La magistrada Gladys Gutiérrez, presidenta ella del Tribunal Supremo de Justicia, fue la ponente, obviamente debido a la magnitud del despropósito, de la decisión del máximo tribunal de la República, que impone a las universidades dejar entrar a ellas a todos los que bachilleres sean y hayan sido enviados por la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU).
La cartica de la niña, representada por su madre, sin abogado alguno, es digna de leer, si alguien puede completar eso, porque dice mucho de la “orgullosamente graduada o por graduarse de bachiller”. No llaman tanto en ella la atención los desperfectos escriturarios, revisados con ahínco machacón por el tribunal. Más le valía a la magistrada devolverle el papelito y enviarla a algún cyber para las correcciones pertinentes. Nexis en el pueblo hubiera hecho algún esfuerzo en plantearle algunas correccioncitas menores tal vez, pero eso no se quería, se necesitaba humillación de la academia y la cartita la logra, debido a su alta ilegibilidad.
Lo que más perturba es la búsqueda de un femenino que la bachillera, hurgando, le encuentra a la palabra patria y se inventa una: MATRIA, porque si hay padre y patria hay madre y “matria”, según una lógica más o menos cartesiana. Como ya poco, vemos, va quedando de la patria, pues matria tenemos y el tribunal le coloca (sic) al ladito, como diciendo con eso si no tengo yo nada que ver, no es para tanto… Tenemos Matria. En uno de sus desacordes la bachillera escribe, trato de leer: “Al culminar estudios en es etapa aspir continuar proceso de formación para desarrollar nuevas capacidades que permitan aportar cada día más a la Matria de Simón Bolívar, atendiendo a su llamado a formar”. Obviamente es el llamado a formar que desde algún lado le hace el padre de la patria/matria, debe tener incluso formación militar la niña.
A ese adefesio de la escritura el tribunal le completa las carencias, le corrige desperfectos para hacerla medio legible y comprensible y pum, la magistrada tal la aprueba contra las universidades. Toda una demostración de que ninguna tiene la razón, porque alguien que así escribe ningún derecho tiene de ingresar a ninguna casa de estudio.
Y, vamos: la magistrada, universitaria egresada, se ensaña contra las universidades. Por algo será. Porque no ha podido el gobierno con ellas, por eso recurren al máximo cartucho. La justicia ciega, evidentemente.
La academia, la universidad debe estar más que nunca firme en la defensa de sus valores, de la autonomía y de la lógica. Magistrada: la gente no entra a la universidad por ser negrita, por tener un rancho, por no tener piso de cemento en su casa, por vivir al lado de la casa de estudios. La gente entra a una universidad a complementar una educación obtenida, obtenida y valorada. Las dictaduras pueden imponer sus criterios, a la fuerza como ahora, si no encuentran oposición verdadera y valedera que las frene, pero el conocimiento no se puede otorgar por imposición. Se logra con méritos y con estudio, con investigación, con valores que la universidad aporta.
Haga entrar a todos esos bachilleres y nada será mejor. Paguen bien, den presupuesto, den dignidad a la universidad, no la arrastren más, porque el futuro les cobrará, nos cobrará, caro los malos pasos malcriados del dale y dale algo, lo que sea, sin ganárselo, porque se los merece, por haber nacido aquí y tener borbotones de petróleo en los pies. Los méritos se ganan quemando pestañas, no por una respuesta complaciente y humillante que dé un tribunal a una pregunta mal habida.