Lo que se propone Putin a gran escala quedará como incógnita hasta que Tsipras haya jugado sus últimas cartas para llegar a un compromiso en Bruselas. A pesar de la situación financiera, es siempre factible para Moscú extenderle una mano a Tsipras en este momento de gran desencanto entre Grecia y la Unión Europea. Hace poco más de dos meses, el presidente ruso le había hecho una propuesta muy tentadora a Tsipras: formar parte del NDB (New Development Bank), entidad bancaria creada por los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Suráfrica).
La victoria del “no” en las jornadas electorales del domingo genera una coyuntura muy favorable para Putin que difícilmente permitirá que se escape. Estas maniobras tan explícitas de acercamiento hacia Atenas ejercen una presión tanto en Bruselas como en Washington: ambas deben considerar que un fracaso en las negociaciones podría generar tanto una “Grexit” (hipotética salida de Grecia de la Zona Euro), como una ruptura con la OTAN en un momento muy delicado de posicionamiento geoestratégico en el Mediterráneo oriental, vista la precaria confiabilidad que últimamente ha demostrado Turquía por su “coqueteo” con el mundo islámico.
Para Putin, es una oportunidad extraordinaria para aminorar el poder de la Unión Europea y contraatacar por los recientes reveses en Ucrania. La difícil situación económica que atraviesa hoy Rusia, no haría muy probable la aplicación de una estrategia de hostilidad abierta hacia la Unión Europea; en cambio, es más probable que el presidente ruso aproveche la simpatía que despierta actualmente en los países occidentales entre muchas agrupaciones antieuropeístas para posicionarse como el líder que se opone a la dominación de los tecnócratas de la Finanza internacional. Mientras Europa digiere amargamente el “no” de Grecia y se debilita bajo las políticas impositivas que gravan sobre la población, producción industrial, arrojando un crecimiento negativo, Rusia será anfitrión de un encuentro muy significativo entre los países BRICS y la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) que integran a China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. El impacto de desconfianza que deja el “no” del referéndum griego en la UE, contrasta rotundamente con el avance vertiginoso del proyecto político eurasiático de Putin.
Si a todo esto se le suma la posibilidad de que Atenas acepte la invitación de Putin de pertenecer a la NDB, vista su desesperada situación financiera, estaríamos ante una de las victorias más acentuadas de Moscú de las últimas décadas, cuyas consecuencias son absolutamente impredecibles.