Antes que me metan preso, quiero aclarar que el titulo de mi artículo hace alusión al libro “Rebelión en la granja”, del escritor británico, George Orwell, quien retrata en su obra el proceso natural dentro de cualquier grupo social de formación de elites y corrupción. En consecuencia, no nos hacemos responsables si otros cerdos se sienten aludidos, pedimos disculpas si eso pasa, pero no es nuestra intención, ni costumbre ofender.
“Rebelión en la granja” es una sátira del estalinismo soviético, una representación del anhelo de una granja dominada por el despotismo de lograr la igualdad y construir un gobierno regido horizontalmente. A la cabeza del movimiento están los cerdos, su sabiduría los hará sembrar la semilla de la rebelión entre los demás animales, quienes cansados de la explotación y el encierro, deciden insubordinarse contra un viejo tirano que los mantenía dominados y confinados al trabajo forzado.
Construir una granja de “iguales” es el deseo de la mayoría, quienes no escatimarán en recursos físicos y sacrificios personales para lograrlo. Inspirados por la ola revolucionaria expulsan a los humanos que los oprimían, dictan nuevas leyes y redoblan sus esfuerzos para ser autosuficientes y mejorar su calidad de vida, formando una corriente llamada el “animalismo”, que recoge todos los principios de la ideología igualitaria.
Maravillados por el triunfo, los animales se dedican a destruir los últimos vestigios de servidumbre: cadenas, riendas y látigos. Acto seguido, los animales disfrutan de una doble ración de maíz y comienzan a cantar sus propios himnos. Todos deciden convertir la casa de los humanos en un museo y establecen que ningún animal podrá vivir en la misma.
Los cerdos confiesan que han aprendido a leer y reemplazan el letrero “Granja Manor” por “Granja de animales”. Resalta un mandamiento sobre todos: Todos los animales son iguales. Estos deciden iniciar la cosecha, pero las vacas, que no han sido ordeñadas desde hace tiempo, comienzan a mugir con fuerza. Los cerdos las ordeñan y el resto de los animales contemplan con hambre los cinco tobos de leche, ellos se “encargarán” de la leche y también de “cuidar” la casa de los humanos.
Durante todo el año, los animales se rompen el lomo trabajando, con el fin de producir suficiente alimento y de construir un molino. Los líderes recortaron las raciones y los animales no recibían comida si no trabajaban los domingos en la tarde. Pero como los líderes los habían convencido de que ya no trabajaban para el Sr. Jones -el antiguo dueño- sino en beneficio propio, los animales aceptaron el trabajo extra.
Durante el invierno, los animales se dedicaron a reconstruir el molino. En enero, el alimento comenzó a escasear, hecho este que los animales mantuvieron en secreto para que nadie creyera que la Granja de Animales estaba fracasando. La escasez siempre era respondida por los cerdos con acusaciones de sabotaje y denuncias de conspiración.
El alimento se vuelve cada vez más escaso y los animales, salvo los cerdos y los perros, reciben porciones cada vez más reducidas. El líder único, llamado Soplón, un cerdo, continúa con sus estadísticas con el fin de comprobar que, aún tras los “reajustes”, las raciones siguen siendo más sustanciosas que antes. Después de todo, afirmaba Soplón, cuando los cerdos y los perros se alimentan bien, toda la comunidad se beneficia.
Se hizo obligación asistir a unos eventos llamados “demostraciones espontáneas” en las que los animales debían marchar alrededor de la granja, escuchar discursos y exaltar la Granja de Animales. El gobierno le dio estatus de república a la Granja de Animales, y un cerdo, el único candidato, se volvió su presidente por votación unánime.
Por más estragos que causaba la escasez, cuando la granja recibía suministros, esto contenta a los animales. Pese al murmuro cada vez más fuerte que los cerdos compraban whiskey, a pesar de que nadie sabía de dónde sacaban el dinero.
Años más tarde, buena parte de los animales habían envejecido y muerto. Pocos recordaban los días previos a la rebelión. La granja parece más rica, pero sólo viven bien los perros y los cerdos. De todos los mandamientos del animalismo solo queda uno: “Todos los animales son iguales”, con una pequeña adición: “pero algunos animales son más iguales que otros”.
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