La vida del venezolano se redujo al martirio de las colas

La vida del venezolano se redujo al martirio de las colas

Foto: El Informe

Foto: Archivo
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Las colas se convirtieron en el pan nuestro de cada día.

El venezolano está sometido a esta humillación desde finales de 2013, cuando la crisis económica se disparó. Actualmente, esta realidad se agudiza. No hay un sólo día sin colas. De nada o muy poco han servido las medidas emprendidas por los establecimientos comerciales o por el Ejecutivo nacional, reseñó El Impulso.

Por Lorena Quintanilla Muñoz

“Cada vez estamos peor. De nada vale la captahuella, comprar por número de cédula, por orden de llegada, con ticket, madrugar, trasnocharse… no sé hasta cuándo soportaremos esta situación, es estresante, humillante, indignante”, expresó Laura Montes, quien desde la noche del miércoles hizo la cola en un supermercado al este de la ciudad.

“No tengo jabón para lavar, no tengo otra opción”, agregó la dama embarazada.

En este establecimiento situado en la avenida Libertador la cola era de lado a lado y de por lo menos 200 metros cada una.
De un lado estaba la gente de la tercera edad y del otro, el resto de las personas.

“Esto no pasaba antes, el Gobierno tiene que reconocer esta situación. Años atrás podías comprar lo que quisieras, donde quisieras y de la marca que fuera. Uno ya no tiene vida. La vida del venezolano se redujo a las colas, a danzar de un lado a otro para conseguir alimentos y medicinas”, dijo Julio Álvarez.

En el lugar la gente se trasnochó, pasó frío y luego soportó el inclemente sol.

“El jabón azul me tiene la piel enferma, no tenemos con qué bañarnos. Esto es deprimente. Pero es la verdad. Nadie tiene privilegios. Tengo 63 años y debo salir a hacer colas todos los días porque mis hijos y nietos deben trabajar”.

Donde sea que usted mire, en el centro, al este, oeste, norte o sur, encontrará un abasto con cola, agregó Aída Torres.

“Nada de lo que uno diga por los medios de comunicación conmueve a los gobernantes, ellos están bien, tienen de todo”, enfatizó.
Por su parte, en la 14 Brigada de Infantería, donde funciona un Pdval, el escenario era el mismo. Gente cruzada de brazos con rostros de cansancio y fatigados. Otros apoyados a la reja.

“No podemos reclamar nada, de lo contrario, no nos venden. Tenemos que aguantar la pela callados… que más vamos a hacer, algo tenemos que comer. Aquí compramos barato”, dijo un abuelo que prefirió reservar su nombre.
Insólito

La escasez de productos es tal que en un abasto situado en El Cují, al norte de Barquisimeto, sólo estaban vendiendo una harina por persona, y por ese producto, numerosos vecinos hicieron su cola correspondiente. “Así sea una harinita tenemos que comprar, algo es algo, peor es nada… es que ya ni los bachaqueros consiguen, no tienen qué ofrecernos”, lamentó Paula Arteaga.

Unas dos cuadras de cola hizo esta señora para adquirir su kilo de harina, una pasta y un café.

“No sé que iremos a comer. Todo esta muy caro, uno se ayudaba con las caraotas, los huevos y los enlatados, ya ni eso. Medio kilo de lenteja vale 550 bolívares, medio cartón de huevos 500 bolívares, el kilo de carne llegó a 1.000… no sé que vamos a comer, el Gobierno, bien gracias”, añadió.

Al oeste

Cerca de El Obelisco, otro reconocido establecimiento evidenció ayer una infinita fila, se perdía de vista la punta y el final, era todo un enredo. Sin embargo la gente se apuntó desde bien temprano en la martirizante acción de permanecer más de 12 horas en el sitio.
Lo que está a la vista no necesita anteojos. Esta realidad es innegable.

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