Postergar las parlamentarias es un escenario que la elite oficial no descartará; hasta el mismo 6 de diciembre esa amenaza se mantendrá viva. Ahora bien, la MUD debería elegir sus batallas; identificar aquellas en las que pelear hasta morir valdría la pena. Por ejemplo, tendría que examinar si la suspensión de las elecciones le ofrecería una oportunidad para avanzar hacia un conflicto en el cual el sometimiento del gobierno sería el resultado inevitable.
El cogollo oficialista entiende que respetar o alterar el cronograma electoral es una decisión política antes que jurídica. Los escándalos que ensayan dejan ver que ellos creen que su modificación les compete con exclusividad; que es un asunto que no discutirán ni delegarán. Además, saben que los militares y los que están al frente de las instituciones públicas obedecerán sus órdenes. Por lo cual, no se preocupan por las denuncias y las protestas que los venezolanos y la comunidad internacional pudieran protagonizar y poco les interesa lo que la Constitución prescribe sobre la renovación de los poderes.
Hay que trabajar para vencer a los candidatos del gobierno en diciembre; pero tal vez haya que prepararse para arroparlos con una mayor cantidad de votos en el 2016. Convertir la renovación del contrato social en un deseo definitivo; o si se quiere, tener lista la derrota de la cúpula del PSUV para concretarla en cualquier momento es la forma de burlar el chantaje del oficialismo con la fecha de las parlamentarias.
La oposición debería perseguir la irreversibilidad del programa de cambio aun cuando no tenga la influencia para evitar que las elecciones se pospongan. Por cierto, el triunfo electoral de la MUD estará ligado a una campaña que mezcle las expectativas de un pueblo que es hibrido por la diversidad de sus reclamos, costumbres, procedencias y posiciones ideológicas. En fin, una campaña que promueva un pacto para renovar los conceptos de democracia y socialismo. Poco se conseguirá con una publicidad que por tradicional y cosmética apenas serviría para ganar unos circuitos, pero que en ningún caso permitiría superar los trucos que se usan para mantener en incertidumbre las elecciones.
El futuro de Venezuela está en las soluciones mixtas que aparecen cuando se unen los valores de los pobres que siguen reclamando igualdad y aquella clase media que exige libertades. De hecho, las respuestas a la crisis actual no están en el Socialismo del Siglo XXI ni en las propuestas que en algún momento la MUD recogió entre sus militantes y expertos.
La oposición tiene una oportunidad política, no electoral. Lo cual significa que su victoria en las urnas está pre-condicionada por la pluralidad de su enfoque y por las alianzas que construya en la calle. Las encuestas de agosto no avalan el triunfalismo con el cual algunos declaran; antes bien ratifican que el éxito de la MUD dependerá del apoyo que consiga entre chavistas, independientes y del voto espontáneo. Analizados en conjunto los números de las encuestas llaman a la reflexión y la amplitud, no al optimismo rosa; menos aún, justifican el temor de posicionar un mensaje que proponga prescindir del clan Maduro/Cabello al tiempo que se comprometa con la transformación del socialismo.
@aaalzuru