El universo (que otros llaman Internet) se compone “de un número indefinido, y tal vez infinito” de páginas web. Desde cualquier página se accede a otras a través de hipervínculos, “interminablemente”. Borges concibió en La biblioteca de Babel un lugar “vastísimo” donde cabía todo el conocimiento escrito. El cuento, publicado en 1941, se adelantó en décadas a la Red: “Como todos los hombres de la Biblioteca (…) he peregrinado en busca de un libro, acaso del catálogo de catálogos; ahora que mis ojos casi no pueden descifrar lo que escribo, me preparo a morir a unas pocas leguas del hexágono en que nací”. En poco habría quedado ese drama de disponer de un acceso a Google en algunas de aquellas galerías hexagonales, a un lado de las “infatigables escaleras”, a disposición de los sufridos bibliotecarios y lectores en peregrinación, publica El País.
Si se quieren descubrir los doodles de juegos —como el famoso comecocos—, el usuario puede probar suerte con “I’m feeling playful” (“me siento juguetón”)
“El espacio, el punto, la coma, las veintidós letras del alfabeto”: todos los libros de la biblioteca borgiana, por diversos que fueran, contaban de esos idénticos elementos. Las búsquedas de la barra de Google incluyen una sucesión de esos y otros en un número de combinaciones vertiginoso, la mayoría de las veces sin sentido aparente. Borges se adelantó a la diversión de teclear cualquier término e imaginar el resultado: “No puedo combinar unos caracteres dhcmrlchtdj que la divina Biblioteca no haya previsto y que en alguna de sus lenguas secretas no encierren un terrible sentido”. Google.es arroja automáticamente 4.250 resultados, en 0,53 segundos, de esa cadena de caracteres (la primera, por cierto, refiere a una página de Facebook dedicada a “La literatura y el mal”). Pero muy aburrido hay que estar para teclear al azar cadenas sin sentido en el buscador; mejor confesarle a Google.com que estamos aburridos —escribiendo “I’m bored”, “me aburro” en inglés— y disfrutar de los contenidos que la web nos ofrece para matar el tiempo.
“I’m bored” es solo una de las opciones lúdicas que ofrece el buscador dentro de su Funbox, su paquete de utilidades lúdicas. Si se opta por la última en incorporarse al catálogo, “I’m feeling curious” (“siento curiosidad”), el buscador mostrará preguntas curiosas, como “¿por qué el cielo es azul?”, y sus respuestas. Eso sí, la selección no es fruto de eruditos, en horas bajas desde que el móvil responde en décimas de segundo cuál es la capital de Uganda o quién ganó el Nobel de Literatura en 1981 (nota: ni ese año, ni ningún otro, lo obtuvo Borges). “Las elegimos de la lista de preguntas y respuestas curiosas de la funcionalidad Web Answers, que ayuda a responder cuestiones. Elegimos las respuestas más interesantes con el propósito de hacer algo divertido e interactivo con los usuarios”, aclara Vicky Campetella, del departamento de Relaciones Públicas y Comunicación de la compañía.
La prestación “fun facts” (“hechos divertidos”) arroja datos curiosos que el buscador extrae de sus miles de millones de páginas indexadas. Otras opciones de búsqueda, como “I’m feeling wonderful” abre las puertas de lugares espectaculares de la Tierra y “I’m feeling stellar” del universo (todo vía imágenes, se entiende). Los fans de los doodles, las interpretaciones artísticas del logo de Google que recuerdan el 229.º aniversario del primer ascenso al Mont Blanc o el 70.º de La Tomatina, pueden acceder al histórico de estas presentaciones e incluso recorrer en un mapa del mundo los países en que fueron publicadas. Si se quiere descubrir los doodles de juegos —como el famoso comecocos—, el usuario puede probar suerte con “I’m feeling playful” (“me siento juguetón”).
Uno puede sentirse también artista, intrigado o un cazatendencias en Google pero, por más amplio que sea el saber obtenido, estas prestaciones no alcanzan la inmensidad de la biblioteca borgiana, que incluía textos en “un dialecto samoyedo-lituano del guaraní, con inflexiones de árabe clásico”: Las funciones de Funbox, de momento, solo están disponibles en inglés en www.google.com.
Nadie garantiza tampoco que el conocimiento tengan utilidad práctica alguna. ¿Todo esto para qué, entonces? “Yo sé de una región cerril cuyos bibliotecarios repudian las supersticiosa y vana costumbre de buscar sentido en los libros y la equiparan a la de buscarlo en los sueños o en las líneas caóticas de la mano”. Lo dice Borges. Diviértanse.