La tristeza envolvía la casa de barro de Gladis Fátima.
Tres días antes, su hija de 14 años había fallecido y un certificado médico explicaba el motivo: la desnutrición severa causó úlceras en la boca de la menor y esa afección le impidió tomar las vitaminas y minerales que le habían recetado los médicos.
Por JACOBO GARCÍA, Associated Press
Fotos AP /Fernando Vergara
“Ni siquiera tenía lo suficiente para comprarlos”, dijo Fátima en referencia a los suplementos. La mujer permanecía recostada en una hamaca de colores vivos mientras extendía su mirada, como perdiéndola, en el deprimente paisaje.
El hambre, a la que agrava una sequía que ha durado dos años, figura entre los mayores problemas que enfrentan los wayúu, una tribu ancestral de 600.000 personas que están atrapadas en medio del combate de Venezuela al contrabando a lo largo de la frontera occidental con Colombia.
Los wayúu han dominado por siglos la vida en la península de La Guajira, la parte más al norte de América del Sur.
Primero resistieron la conquista española, y desde la independencia han cruzado libremente la frontera colombiano-venezolana que divide arbitrariamente su territorio ancestral.
Los miembros de esta tribu asentada en una zona desértica no portan pasaportes ni reconocen las fronteras internacionales.
Las mujeres, que visten con orgullo un tipo de túnicas que les llegan hasta el tobillo, son las responsables de preservar las tradiciones y el linaje étnico del grupo.
Como Fátima, la mayoría de los indígenas wayúu en Colombia viven en la pobreza. La Guajira tiene la tasa de desnutrición más alta en Colombia, con 11%, según la Defensoría del Pueblo.
Por siglos, los wayúu han sobrevivido en este paisaje desolado y parecido a un desierto paleando sal en grandes pilas bajo un intenso calor de 40 grados Celsius (104 Fahrenheit).
Aunque es un oficio mal pagado ha servido para el sustento de muchos integrantes de la tribu.
Sin embargo, los jóvenes han comenzado a cambiar de ese empleo tradicional con el contrabando de gasolina y otros productos que compran muy baratos por la política de precios controlados del gobierno en Venezuela.
Después obtienen grandes ganancias con la reventa del combustible y demás mercancías en Colombia.
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