El esperado encuentro entre los presidentes Juan Manuel Santos y Nicolás Maduro, este lunes en Quito, tiene características nada comunes. Incluso en otros momentos de tensión y crisis entre Bogotá y Caracas –que han sido recurrentes desde hace décadas– las reuniones se han celebrado en la frontera o en alguno de los dos países. Y aunque en otros episodios, como el de la corbeta Caldas en 1987, hubo llamados al diálogo de otros presidentes y del secretario general de la OEA, la presencia de dos mandatarios externos –Tabaré Vázquez de Uruguay y Rafael Correa de Ecuador– también es inédita, publica Semana.com
Lo anterior dice mucho sobre las dimensiones que llegó a tener el momento crítico. En los últimos días el presidente Santos conservó el tono mesurado, pero incrementó las acciones dirigidas a mostrarle a la comunidad internacional su visión sobre lo que considera una “crisis humanitaria” en la frontera y, en consecuencia, sobre el hecho de que nada se logra con su cierre. Por su parte, Maduro anunció nuevos cierres y, casi a diario, continuó su retórica dirigida a presentar los problemas de Venezuela como fenómenos importados de Colombia. También se conocieron dos sobrevuelos de aeronaves venezolanas que violaron el espacio aéreo colombiano, lo cual –aunque se manejó con prudencia y en todo diplomático– en un momento tan crítico incrementó las preocupaciones.
Desde varios puntos, la comunidad internacional ha expresado su inquietud por el incremento de la tensión. La presidenta argentina, Cristina Kirchner, alcanzó a solicitar una reunión de presidentes de Unasur que la canciller venezolana, Delcy Rodríguez, apoyó con entusiasmo. Sin embargo, ese escenario tan cercano a Maduro no prosperó por falta de consenso, que es la regla de oro en ese organismo. Perú, Guyana, Uruguay, Paraguay, Chile y, obviamente, Colombia no apoyaron el encuentro. Por otro lado, el secretario de la OEA, Luis Almagro, visitó la frontera en el lado colombiano, lo mismo que la Comisión de Derechos Humanos de la misma entidad. Y los cancilleres de Brasil y Argentina ofrecieron sus buenos oficios para acercar a Santos y Maduro.
Al final, la fórmula que se impuso fue la de Ecuador y Uruguay. Una alternativa vista con mayor expectativa por Venezuela que por Colombia. Mientras Maduro la presenta como una demostración de que tenía razón en sus reiteradas peticiones de un encuentro en la cumbre, Colombia la ve con menor esperanza pero considera que, después de que se cumplieron las condiciones que había exigido Santos –que los niños puedan pasar al otro lado para atender el colegio; que los expulsados tuvieran acceso a sus enseres y que a los deportados se les respetara el debido proceso–, no podría negarse a una invitación a dialogar.
En general, las expectativas son moderadas. Después de los dos encuentros de las cancilleres María Ángela Holguín y Delcy Rodríguez, es claro que una apertura inmediata de la frontera ya dejó de ser un objetivo realista y de corto plazo. Desde entonces la tensión ha subido, en primer lugar, y ha quedado claro que las visiones de ambos países sobre los puntos que están sobre la mesa –el contrabando, la delincuencia y el paramilitarismo o bandas criminales– son tan distantes que requerirán de más trabajo y largas negociaciones. Mientras que Maduro considera que debe construirse, en sentido figurado, “una nueva frontera”, en el lado colombiano ya hay voces gremiales que abogan por estudiar una solución de fondo a la presencia de formas delincuenciales y fenómenos ilegales que llevan años allí.
Nada de eso va a resolverse en una sola reunión de trabajo. En el mejor de los casos, los presidentes se extenderán en largas intervenciones sobre su exigencia de que en el otro lado se asuman políticas efectivas contra los problemas que golpean a la zona fronteriza. Y eso servirá para detener el desborde de la diplomacia del micrófono de las últimas semanas. El retorno a un diálogo más profesional podría bajar la tensión o, al menos, detener la escalada de declaraciones agresivas. La frontera no va a abrirse muy pronto, pero eventualmente sí podrían volver a operar las vías diplomáticas. El auge de las bacrim y los paramilitares, el contrabando –sobre todo de gasolina en un momento de tormenta en el mercado petrolero– y el tránsito del narcotráfico podría ser el comienzo de un nuevo diálogo. Como se trata de asuntos relacionados con la seguridad, un paso siguiente podría involucrar a los ministros de Defensa. No es mucho más lo que puede ofrecer la cumbre de Quito.