Quizá en esta historia no se persiga con insistencia al conejo del tiempo como lo hacemos con un kilo de leche, el jabón o el papel higiénico. Ni tampoco se cuente con una reina de corazones que envíe a la guillotina de Ramo Verde a quien ose desmeritar a este abrumador sistema de carencias. Pero sí se convierte en el extravagante contraste de ver la realidad de un pasado anhelado frente a este advenedizo país, donde debemos gritar patria cuando nos propinan una golpiza mayúscula en los bolsillos, nos obligan a creer en independencia de los poderes y en una sarta de falsedades creídas sólo en el margen mental de un ignorante.
Ahora llevamos esa concepción de la reconocida obra de la literatura universal y la tan vista película infantil, pues cuando abrimos el grifo de nuestros baños y sólo salen suspiros de la deficiencia; se está en la paz del hogar y de improviso desfallece el fluido eléctrico o se va al supermercado y se observa la existencia de una extensa cola –obligada a realizar para la adquisición de cualquier insumo–; todos los venezolanos llegamos a exclamar casi con una decepcionante sorna y sarcasmo: “¡Qué maravilla! ¡Este país es una maravilla!”.
Claro, se genera un nuevo paradigma de vida. Antes uno se buscaba en una lista colocada en una pared para ver si se había aprobado un examen. Ahora debemos dirigirnos a un listado colgado en las puertas de los supermercados, para constatar si alguien utilizó tu número de cédula para bachaqueary has sido bloqueado para comprar productos básicos.
Lo sugestivo de tan robusto país de la ignominia es poder respirar climas y personajes novelescos. Entre ellos una andanada de científicos de la subsistencia, para palear la bonanza de las fallas. El último avezado estudio podría ser el enchufe de velón. Cuando se va la luz y el calor es extremo, podrá conectarse el ventilador a la llama de la velita. El problema es que no encuentran la manera de no llenar de cera el cableado del electrodoméstico.
Alicia tuvo la suerte de nacer en una comarca y época muy distinta a la nuestra. Tampoco contó con cadenas televisivas vociferadas para justificar los caprichos de un sistema que sólo reproduce pobres como en probeta. Pero la mayor de la suerte de aquella pequeña rubia de traje azul es que después recorrer un limbo de contradicciones, pudo despertar y sonreír de nuevo al mundo. Nosotros todavía nos encontramos a la espera para despertar de tan dolorosa pesadilla.
MgS. José Luis Zambrano Padauy
@Joseluis5571