El centro siempre ha sido, al menos lo entendí así muy niño, un punto de confluencia tan preciso que no hay otro por mucho que se quiera, que pueda competir con ese hito que es el punto central de cuanto existe.
Pero el usurpador está pensando que él puede inspirar una asamblea de estados soberanos donde imperen no solamente los polos múltiples, que es ya de por sí una tarea bastante complicada, sino también que en ella se aposenten variados centros, que es lo que me inquieta, pues no logro imaginar cómo es posible que el centro que aprendí que estaba colocado en la mitad del medio de todo lo que había, pueda rodar, saltar o desplazarse y crear muchos centros, donde ninguno de ellos sea el centro mismo, sino tan solo la apariencia de estar situado en la mitad.
Los escuchas que en esa asamblea pusieron atención al orador, puede ser que hayan sido sorprendidos por la idea, que por su ‘innovadora’ apariencia hasta pudo despertar la atención de los presentes que asumieron que era una propuesta seria, sin percatarse que el orador no les estaba hablando a ellos.
El usurpador fue a la Asamblea de la ONU, como quien fatigado por un trabajo intenso se toma unos días de paseo y descanso, lo cual hubiera sido conveniente, porque así descansaríamos también nosotros de la impertinencia que acompaña siempre a la ignorancia. Cuanto expuso estuvo dirigido no a los representantes de las naciones allí presentes sino a los conciudadanos que deban soportar en las cadenas de radio y televisión, por no tener otra alternativa, el galimatías resultante de su afán de querer hablar de lo que ignora; y como la catástrofe de su accionar en Venezuela ha hecho surgir en los oídos de los compatriotas una infranqueable barrera a la impertinencia de sus propuestas cada vez más contradictorias, está ensayando componer el mundo.