«Vayan por aquellos que se han rendido», les dice George Clooney, haciendo de Frank Walker, a los nuevos reclutadores de aquellos que han dejado de soñar. Esto sucede en el empalagoso film de Brad Bird, Tomorrowland, que me he quedado mirando esta tarde de domingo de absoluto fastidio. Luego, como si no fuera suficiente, puse Mad Max: Fury Road, en la versión de George Miller, con Hardy y Theron. Pudo haber sido peor, pero funcionó como una oportuna inyección de insulina. En este remake, de Miller, los personajes parecen sacados de una película de Alejandro Jodorowsky: gentes lisiadas y deformes que se matan por un pote de gasolina y un chorro de agua.
Pasada tanta rareza horripilante, me asomo a la ventana. Veo la nutrida cola de choferes resignados, con carros chatarrizados, que aguardan por la gandola de gasolina que, según dicen en la Bomba, llegará de un momento a otro. Voy al baño, por puro mortificarme, y cuando abro el grifo apenas sale un soplido canceroso y seco. Van tres días sin agua. En medio de este sopor, recuerdo por enésima vez que el Split de los hijos se ha dañado y que el técnico no ha podido venir a echarle un vistazo. Y cada vez que el protector del aire de mi dormitorio se pone en rojo, me viene el Split dañado a la cabeza. Este recordatorio es frecuente por culpa del revolucionario flujo eléctrico.
En fin, me dirijo al sofá Jodorowsky que hemos puesto frente al televisor y mi esposa, que sabe bien todo lo que estoy pensando, dice: «No hay gas, sale otra ronda de pan». Trato de mantener la calma. Me refugio un rato en el cuarto de los libros. Leo al azar: «No pienso, estoy aquí, no sé más; no puedo hacer otra cosa. Mi barca carece de timón, viaja con el viento que sopla en las regiones inferiores de la muerte». Salto a otra página y sigo: «Nadie más que nosotros tiene el derecho de vivir, y ellos, los hijos de puta, están destruyendo nuestro mundo». Esto se lo dice Zelda a Scott Fitzgerald. Yo escucho con cuidado, casi temblando, y lo anoto en mi libreta del mal.
Creo que ya es bastante para un domingo por la noche. Regreso al sofá Jodorowsky y simulo mirar lo que están dando en el cable. Espero por la cena, por el pan. Supongo que debo estar agradecido de tener pan por cena. Espero por el lunes. Es una espera sin expectativas. Espero aunque no tenga la menor idea de lo que se trata. Estamos obligados a esperar. La vida se nos va en esto. Esperar. Esperar…