Lo que es cierto es que a medida que nos acercamos a la fecha en cuestión, son más los que de su bando variopinto y dividido traslucen el convencimiento de ese resultado fatal para la revolución.
Basta ver o leer, aquí y allá, declaraciones y artículos de opinadores o de “intelectuales orgánicos”, como diría Gramsci, en los que el denominador común no es cómo evitar el descalabro, sino como impedir que la oposición democrática alcance los dos tercios o cuatro quintos de los votos, dando por descontado que la absoluta está casi garantizada al día de hoy. Ya ni les importa decir a la gente que coman piedras o disfruten de las humillantes colas.
El desfile de lamentaciones, reproches y despechos va de Alí Rodríguez, pasa por José Vicente Rangel y Diosdado Cabello, y llega hasta Javier Biardeau.
Sin embargo, lo peor es otra cosa. Es el deslave que se está produciendo en el pueblo que votó durante estos años por el chavismo. Según las encuestas y focus group, aquel es notorio y en algunos casos, sorprendente. En municipios en los que hacían caída y mesa limpia, la población se está volteando en un proceso acelerado de desafección y retiro de apoyo político, a la par que se fortalece la opción opositora.
Y no es para menos. Descalabran a la industria, el comercio y el agro. Arruinan a exportadores e importadores. Transportistas, taxistas y autobuseros penando por falta de repuestos y altísimos precios. Clínicas y farmacias acosadas y sin medicinas. Destruyen a las empresas estatales, espantan la inversión extranjera. La moneda venezolana es una insignificancia, la administración pública un parapeto ineficaz y pestilente.
¿Y el ciudadano? Acogotado por una inflación que se incrementa a diario, recorta su dieta alimentaria, el dinero apenas alcanza para medio comer y cubrir los gastos mínimos, sin mencionar los que ni siquiera eso. Además, encerrado en casa para evitar que lo mate el hampa que impera impune, y sin luz eléctrica ni agua.
Las encuestas ya anuncian la derrota del gobierno, unas con más y otras con menos contundencia, pero derrota al fin. De allí que ella se vea dibujada claramente en los rostros adustos de la casta gubernamental en sus presentaciones públicas.
Coinciden algunos en decir que a dos meses del 6D ese sentimiento de rechazo al gobierno difícilmente se pueda revertir, y pareciera que tienen razón.
La oposición democrática está haciendo todo lo posible por capitalizar y consolidar ese impulso creciente de la ciudadanía de pasar factura a un gobierno desastroso y arbitrario.
Pero no hay que olvidar que éste aun cuenta con grandes recursos que pondrá en práctica para aminorar el revés. Buscarán disuadir a la población infundiendo miedo, amenazando y creando desorden con sus bandas paramilitares. Para ellos, de acuerdo a información que se ha colado, ya no se trata de ganar sino de evitar una mayoría calificada para la oposición.
Javier Biardeau, en el marco de una velada crítica de fondo que hacía a la conducción política-económica de su partido, decía en una entrevista reciente: “Es menos costosa una derrota, rectificando, que una derrota sin rectificar”. Allí queda resumida la preocupación que lacera a algunos chavistas hoy ante la ruina económica generado por Chávez, profundizada por la inacción e incompetencia de Maduro, que los conduce al derrumbe de un proyecto político-económico tiránico e inviable, por disparatado.
“Nadie que compile encuestas en los últimos 12 meses, te puede decir que el chavismo tiene asegurada la victoria en las parlamentarias del 6-D”, agrega Biardeau.
Por supuesto, él no va admitir que tienen perdida la elección y que quien casi la tiene asegurada es la MUD.
De todo este cuadro nos queda en limpio que el 6D será un momento político estelar para los venezolanos. A partir de esa fecha van a comenzar a enderezarse las cargas, para bien. Nos espera todavía vivir situaciones difíciles en todo sentido, pero bajo circunstancias político-institucionales más auspiciosas para las fuerzas del cambio democrático. Por delante queda mucho por hacer en el corto y en el mediano plazo. Hay que seguir entusiasmando al venezolano con la idea de que es posible vivir bien, con bienestar, libertad y paz.
Al acecho estarán siempre los desadaptados y destructores del país, la barbarie en acción. Los perdedores de siempre no cejarán en sus propósitos perversos, pero un pueblo reencontrado y unido en torno a aquella idea podrá impedir que sigan hundiendo al país. Hay fuertes razones para el optimismo.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV