Una familia sirio-iraquí que llegó a Rusia huyendo de la guerra lleva un mes atrapada en el aeropuerto Sheremétievo de Moscú, donde los padres y sus cuatro hijos aguardan impacientes poder cruzar la frontera para empezar una nueva vida.
El matrimonio formado por Hasan Abdo Ahmad, kurdo sirio, su esposa, Gulistan Shaho, de origen kazajo, y sus cuatro hijos de entre tres y trece años aterrizaron el 10 de septiembre pasado procedentes de Estambul, pero los servicios de inmigración no les permitieron la entrada en Rusia al sospechar que los pasaportes sirios eran falsos.
“Vivíamos en Erbil (en el Kurdistán iraquí). Los dos niños pequeños no tenían pasaporte, pero nos dijeron que Bagdad no los hacía. Como mi marido es sirio, los solicitamos a Damasco, y finalmente nos dieron los pasaportes y los visados”, cuenta a Efe Gulistan, por teléfono desde la zona de tránsito del aeropuerto.
“Subimos al avión, primero volamos a Turquía y allí no tuvimos ningún problema. Pero al llegar aquí nos detuvieron, primero dijeron que había problemas con el visado, luego con los pasaportes”, agrega.
La familia espera que su abogada consiga terminar con éxito los trámites necesarios para poder abandonar el aeropuerto, después de que les enviaran desde Siria los documentos requeridos por la justicia rusa para demostrar que los pasaportes no son falsos.
“Nos enviaron algunos documentos desde Siria, ahora los están traduciendo del árabe. Espero que todo esté listo en unos días” añade la madre, que al igual que su esposo tiene nacionalidad siria e iraquí.
La abogada de la familia, Roza Magomiédova, de la ONG “Asistencia civil”, explicó a Efe que los documentos estarán traducidos y legalizados en uno o dos días.
“Si se demuestra que los pasaportes son verdaderos, entonces presentaré mi petición al juez y se tendrá que decidir en un plazo de diez días” si se autoriza la entrada en Rusia de la familia, apunta.
Entretanto tratan de pasar lo mejor posible la espera en las dependencias del aeropuerto, el mismo donde el famoso exespía estadounidense Edward Snowden estuvo encerrado tres meses antes de recibir asilo en Rusia.
La situación no es nada fácil especialmente para los tres niños y la hermanita más pequeña, Lavin, de tres años.
“Aquí estamos esperando. Lo pasamos mal, sobre todo los niños. No podemos ni lavar la ropa, ni bañar a los niños. Tenemos que asearnos en los servicios”, afirma Gulistan, de 34 años.
Los niños se impacientan, preguntan por qué llevan tanto tiempo en el aeropuerto, donde no tienen juguetes ni nada con qué entretenerse.
La hermana de la madre, Tamara, que es de nacionalidad rusa, les trajo algo de comida ya cocinada, y luego “hay otras chicas que nos traen cosas, lo que pueden”, asegura, pero “los niños quieren comer caliente, están cansados”.
Por si fuera poco, han descubierto que los pequeños tienen “visitantes” en sus cabezas: piojos, y no tienen fácil conseguir un producto para lavarse el pelo y poder eliminarlos.
Los dos últimos días se ha sumado, además, la llegada de un invierno anticipado a Moscú, donde las temperaturas han caído a bajo cero por la noche y ya ha habido copiosas nevadas, y en el aeropuerto tienen frío.
Gulistan conoció a su marido en Irak, donde se casaron en 2002. Hasan, de 41 años, trabajaba en una imprenta en Erbil, mientras que ella se ocupaba de los niños y la casa.
Todo iba bien hasta que el Estado Islámico comenzó a hostigar el Kurdistán iraquí hace más de un año, por lo que decidieron emigrar a Rusia, donde esperan que su odisea tenga un final feliz.
Virginia Hebrero/EFE