«Como nada es más hermoso que conocer la verdad, nada es más vergonzoso
que aprobar la mentira y tomarla por verdad.»
Marco Tulio Cicerón
A menos de un mes de las elecciones parlamentarias, las dos toldas que cohabitan en el sistema se preparan para dar las últimas pinceladas a sus respectivas campañas. El objetivo es claro: esperanzar al ciudadano venezolano alegando que el 6 de diciembre es una fecha trascendentalpara el futuro de Venezuela. Ya van varias de estas “fechas trascendentales” en los últimos años, sin ningún cambio – aunque sea aparente – a raíz de sus resultados (sean cuales fueren). A pesar de esta falta de verdadero cambio, hoy volvemos a escuchar los mismos cantos de sirena: «El 6D llegará el verdadero cambio en el rumbo del país». No me voy a adentrar en las propuestas de los contendientes, pues no tienen más que un quítate-tú-pa’-ponerme-yo acompañado de alguno que otro slogan sin contenido. Sí quiero discutir el constante proceso de degradación del significado de Democracia por parte del régimen con apoyo de la MUD. Esta degradación ha pasado por manipular al pensamiento del venezolano, hasta el punto de llevarlo a creer que el mero hecho de tener “elecciones” es igual a vivir o defender la democracia.
Tal y como sucede con absolutamente todo lo que padecemos bajo esta revolución, las bases del electoralismo en Venezuela las encontramos en los 40 años de socialdemocracia. En 1958 el venezolano exigió tener poder de decisión política, y los partidos puntofijistas crearon una ilusión que satisfizo al pueblo. Se impulsó un sistema “democrático” que, sin embargo, estaba totalmente dominado por una sola ideología: la socialdemocracia – vendida en distintos matices por AD, URD y COPEI. El Pacto de Punto Fijo permitía al venezolano elegir las caras pero no al sistema político, pues éste ya estaba previamente definido y acordado. El poder en la Venezuela “democrática” cambió de manos muchas veces, pero su ejercicio siempre tuvo el propósito de mantener el centralismo – heredado de las dictaduras – mientras se consolidaba la transición hacia el socialismo. Conclusión: las elecciones en Venezuela servían para decidir entre matices del mismo proyecto, y no para realmente seleccionar un proyecto de país entre opciones contrapuestas.
Acostumbrado a elecciones superficiales, el venezolano de la “época democrática” se adhiere al ejercicio electoral como un bebé a su chupón: éste no le da sustento, pero ni por error se lo pueden quitar de la boca. La jefatura del actual régimen entiende esta tendencia psicosocial y conduce a la población a que legitime reiteradamente a la revolución como proceso democrático, continuando así el círculo vicioso electoral que los mantiene en el poder. Los derechos que todo individuo posee naturalmente, y que deben ser respetados para poder vivir en democracia (algunos, en cierto modo, fueron respetados por los puntofijistas), han sido brutalmente violentados, secuestrados y negados por este régimen autoritario. Y esto sólo se puede lograr cabalmente en un país en donde la población cree que la democracia existe sin Estado de Derecho, sin libertades individuales, sin garantías constitucionales, sin debate político (entendido como la polémica entre dos o más visiones realmente distintas, y no como el griterío demagógico actual en el cual unos socialistas insultan a otros socialistas sin ninguna propuesta concretamente diferente), etc. En fin, otra vez se quiere tener una orgía electorera con nuestros propios secuestradores – Síndrome de Estocolmo masivo.
En Venezuela se está replanteando un pacto muy similar al de Punto Fijo. La única forma de que Venezuela se mantenga como la vanguardia mundial de Izquierda es con la convivencia entre la MUD y el PSUV bajo un esquema de cooperación. No les importan los crímenes cometidos y por cometer; mucho menos les importan los derechos y las libertades (hoy inexistentes) del venezolano. Lo que les importa a estos dos “bandos” es el proyecto socialista que el Foro de São Paulo (PSUV) y la Internacional Socialista (MUD) plantean para Venezuela. El electoralismo es su mejor arma; el venezolano volverá a caer en la trampa de creer que elige, sólo porque cambia una cara o el color de una camisa. Pero rojos, blancos, naranjas, amarillos, azules… todos representan lo mismo y están confabulados para que el venezolano nunca sepa que hay luz más allá de la oscuridad socialista. Romper con el electoralismo es asimilar que en Venezuela los pequeños brotes de democracia que pudieron haber existido murieron, hace tiempo, ahogados en la sangre de los jóvenes que buscaban su Libertad. No podemos defender lo que está muerto, pero sí podemos ser parte del renacimiento de la democracia y la República en la Venezuela Futura a través de la conquista de la Libertad.