La semana pasada, un par de meses y unos días después que el Papa nos advirtiese sobre la posibilidad de una tercera Guerra Mundial, varios grupos de terroristas musulmanes, armados de bombas y fusiles de asalto, asesinaron a 129 personas de diferentes países, en cinco ataques muy bien coordinados realizados en París. Casi todos los extremistas murieron, algunos de ellos abatidos por la policía y otros quienes se suicidaron detonando bombas que tenían adheridas al cuerpo. Este ataque ocurrió en momentos en que muchos países Europeos le han abierto los brazos a millares de refugiados, en su mayoría hombres, que han estado llegando al viejo continente huyendo de los horrores de la guerra en Siria y otros de distintas nacionalidades que se han mimetizado entre las oleadas de personas que llegan, tanto por tierra como por mar. Esta situación ha llevado a cuestionar esta política por cuanto se sospecha que entre los recién llegados se pueden haber colado terroristas.
En respuesta a los ataques, el presidente francés Francois Hollande, declaró al país en guerra y se dirigió al Parlamento donde propuso una reforma constitucional para enfrentar la amenaza. En su propuesta destaca el retiro de la nacionalidad francesa a ciudadanos que se involucren con los grupos que representen una amenaza al país Galo. Este petición, de un presidente izquierdista, es muy seguro que le abra una grieta a la hasta ahora política de tolerancia francesa y ejemplo de ello es la reacción de Marine Le Pen, presidenta del partido de derecha Frente Nacional, quien pidió que se detenga la recepción de refugiados provenientes de Siria. Sin considerar los acontecimientos actuales, el Frente Nacional se constituyó en el primer partido de Francia con el 25% de los votos en las Elecciones Europeas de 2014, y se pronostica que la Sra. Le Pen resultaría electa presidenta en la primera vuelta en las elecciones de 2017. Así que no se puede esperar otra cosa en el futuro de Francia, la cuna de la tolerancia mundial, que se vuelva intolerante, quien sabe con qué consecuencias.
El resultado inmediato de lo ocurrido en Francia no puede ser otro que el crecimiento de la xenofobia hacia los musulmanes que ya se había manifestado en muchos países europeos. En Escandinavia, especialmente en Suecia, Noruega y Dinamarca, donde hay importantes poblaciones islámicas, desde hace varios años se discute este tema, lo cual significa que el problema existe. También es posible que en Alemania se instale la intolerancia tras haber acogido a millares de refugiados provenientes de Siria, así como de otros países de esa región. Consecuencias inesperadas como la violación de sus mujeres a manos de los recién llegados y la agresividad demostrada hacia los nativos, no tendrán otro efecto que estimular el chauvinismo. La incógnita sobre lo que pueda suceder en el país germano, quizás sea: ¿Cómo van a reaccionar los grupos de extrema derecha?, que por sus antecedentes, no sería raro que procediesen con una inusitada ferocidad. Hollande también llamó a Putin a la mesa para discutir una estrategia común. Rusia se sabe vulnerable después que voceros del Ejército Islámico admitieron la autoría de la voladura de su avión con más de 200 pasajeros a bordo. Sumado a lo anterior, el Kremlin también ha iniciado negociaciones con Estados Unidos en la búsqueda de una salida al problema Sirio. En Norteamérica también está creciendo la xenofobia estimulada por el candidato republicado Donald Trump. Aún cuando su ataque está enfocado hacia los inmigrantes mexicanos, antes que él comenzase su campaña, ya se discutía ampliamente la intolerancia que se estaba incubando hacia los musulmanes. Por todo lo anterior, no sería raro que Europa se vuelva intolerante, lo cual contribuiría a reforzar la tesis del Papa Francisco.
¿Cómo afectará todo lo anterior a nuestro continente?, solo el tiempo lo dirá. Pero sobre la intolerancia y el resentimiento que el eterno sembró en nuestro pueblo y que con tanto éxito se exportó a otros países hermanos, si sabemos cómo va a terminar. Ante los resultados de las gestiones de los mandatarios miembros del Grupo de Rio y que con la caída de los precios de las materias primas, han quedado expuestos, nuestros pueblos comienzan a percatarse que todo fue una farsa: —revoluciones construidas sobre la mentira, frases huecas y manipulación del verbo— ello, con los fines bastardos que se están conociendo: corrupción, nepotismo, narcotráfico, asesinatos y muchos otros delitos contra el tesoro y la fe pública. Por eso es que el debate entre los candidatos argentinos, que vimos por televisión hace un par de noches, reviste tanta importancia para el continente. Macri, un hombre inteligente, afable, con mucho aplomo y dueño de sí mismo, pausado, calificando sin insultar como cuando le dijo a su adversario Scioli: «Daniel, vos sois un mentiroso» o «Daniel, vos si sois cínico», desnudando el alma de lo que es el chavismo, legado de Hugo Chávez Frías, quien inició ese estilo de gobernar en nuestra región. Para una evidente mayoría, el triunfo de Macri el próximo domingo 22, se da por descontado. La sorpresa podría ser el porcentaje de votos que logre sobre su adversario.
Catorce días después, el 6 de diciembre, los venezolanos le daremos la mayor felpa que jamás se le ha dado a cualquier régimen en nuestra historia. Y seremos dos naciones suramericanas que nos habremos comenzado a librar de esta peste, que no tienen nada de socialismo o revolucionario, pero si mucho de deshonestidad y ladronería. Ese dia los venezolanos estaremos votando por el reencuentro, por volvernos a unir en un solo pueblo, con intereses comunes, donde nos veamos todos como venezolanos. Donde la clase media entienda que los problemas de las clases populares merecen nuestra comprensión y que es nuestra responsabilidad ayudar a resolverlos, y que las clases populares no vean a la clase media como su enemigo que les robó lo que por derecho les pertenecía.