Por eso hemos sentido los ataques a París como embestidas a nuestro espíritu de vida. Y sí, nos duele más porque está dentro de nuestra familiaridad occidental. El nauseabundo y genocida estado islámico que no conoce la racionalidad quiere, como señaló el jefe de la comunidad judía de Madrid, no un régimen islámico sino un mundo islámico. De allí que sea un desafío a nuestro orden secular e histórico del cual Hispanoamérica no escapa. El yihadismo remeda al antihéroe psicótico que se quiere apoderar del planeta. Occidente está bajo amenaza y más allá de lo necesariamente militar hay que reoccidentalizar Occidente. Esto no significa otra cosa que reafirmar los valores seculares del pensamiento occidental como son la lengua, las instituciones políticas, la completa segregación de los asuntos religiosos al ámbito privado y la defensa irrenunciable de la libertad. El enfrentamiento no es contra el Islam sino contra el yihadismo y el agresivo avance de una cultura paleolítica que se ha negado a integrarse en Occidente.
La democracia americana se resintió después del 11 de septiembre con el Patriot Act. Comenzó a espiar a sus ciudadanos, a leerle sus correos, a encarcelar sin orden judicial y hasta torturar. Renunció a las más preciadas conquistas civilizatorias. ¿Cómo conciliar seguridad con libertad?, ha sido una pregunta clave que comienza a hacerse en Europa. París no será ya una fiesta y tampoco Occidente, curiosamente en este tiempo de mundialización cuando más cercanía marcaba la aldea global. La civilización occidental no es el subtítulo de un índice escolar: es la definición exacta de lo que somos y hemos venido siendo.
@kkrispin