La victoria de la oposición venezolana en las parlamentarias supone no solo la redistribución de las fuerzas de poder de un país que estuvo bajo el influjo chavista por más de 15 años, sino además una herida en el ala del proyecto socialista, para quien la jornada quedará como el día que perdió el chavismo.
Indira Guerrero/EFE
Esta es la primera vez que la llamada “revolución bolivariana” pierde, no solo una parlamentarias sino, una elección de liderazgos desde que asumió el poder en 1999 el presidente Hugo Chávez, fallecido en 2013, que solo había perdido un referendo para modificar la Constitución en 2007.
A la espera de que se confirmen oficialmente las cifras que maneja la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que asegura haber logrado 112 de los 167 escaños de la unicameral Asamblea Nacional (AN), esa supermayoría le daría por primera vez en dos décadas a la disidencia el control total de uno de los poderes públicos del país.
Si bien el Legislativo no es el poder más importante, sí tiene cualidades importantísimas para el sistema democrático venezolano y de ahí que sea entendido como la piedra angular de la democracia.
La mirada está puesta sobre el chavismo, que comienza ahora un proceso de “revisión” luego interpretar la derrota como un claro mensaje de “castigo” contra las políticas del Gobierno de Nicolás Maduro, principalmente por el deterioro económico que experimenta el país con las mayores reservas comprobadas de petróleo del mundo.
El Gobierno venezolano, sin embargo, no tiene “mea culpa”, e insiste en que el resultado de la jornada, que dejó al chavismo con menos de un tercio de los escaños del Parlamento que siempre dirigió, es responsabilidad de una crisis que no ocasionó el Ejecutivo sino la empresa privada para inculparlo.
Por su parte, la oposición, al tope en la escalas del poder del Parlamento, tiene un abanico de posibilidades que permiten dictar leyes, decretos, reformar la Constitución y promover cambios en la estructura del Estado, algo que dependerá de cual amplia sea finalmente esa mayoría.
Además, la oposición podrá finalmente hacerse un espacio en el poder luego de intentarlo por 15 formas distintas.
Empero, este poder no significa que tengan el control del escenario en cuanto a que los analistas apuntan a que podría ser prematuro pensar que, aunque el domingo hayan obtenido el voto de quienes siempre apoyaron al chavismo, eso no se traduce en que estos militantes hayan abandonado el proyecto socialista.
La oposición, que hasta ahora se había aliado solo para lograr victorias electorales empieza a mostrar las espinas, y apenas un día después de que se conocieran los resultados se abrió en dos grupos para, cada uno por su parte, celebrar la victoria.
Por un lado el excandidato presidencial Henrique Capriles junto a los diputados de su partido, Primero Justicia, hicieron una celebración, y simultáneamente, por otro lado, hicieron lo propio voceros de la MUD, incluyendo a Lilian Tintori, esposa del opositor Leopoldo López, lo que llama la atención sobre la denominada “Unidad”.
Así las cosas, a casi tres años de la muerte del impulsor de la revolución bolivariana, el legado político del carismático líder, encomendado a su heredero político, Nicolás Maduro, mostró su primer revés con una merma del respaldo popular en las urnas que el domingo dejó al oficialismo atrás por una diferencia de más de dos millones de votos.
El escenario se da en un momento particular, porque es en 2016 cuando Maduro cumplirá la mitad de su período presidencial, el tiempo establecido en la Constitución para que los venezolanos puedan solicitar un referendo para revocar su mandato.
Todo esto ocurre cuando Venezuela se aproxima a cerrar su peor año de los últimos 15 años, que concluirá con la inflación más escandalosa de la historia de la revolución bolivariana, pronosticada para el cierre de 2015 por encima el 85 %, después de haber cerrado 2014, el segundo año de Gobierno de Maduro, en un 68,5 %, y 2013 en un 58 %.
Con todo esto, Maduro se aproxima a su tercer año de Gobierno desde que Chávez le eligió para continuar su legado.
De aquí en adelante queda en manos del Ejecutivo, con el respaldo de los demás poderes renovados por el actual Parlamento con mayoría oficialista, impulsar las iniciativas que el proyecto revolucionario tiene en agenda.
En esta línea queda la posibilidad de que Maduro intente, con la actual mayoría de 100 diputados oficialistas, solicitar poderes habilitantes para dictar leyes y decretos sin necesidad de pasar por la Cámara por hasta un plazo de año y medio.
Sin embargo, la nueva mayoría que tomará posesión el próximo 5 de enero ha adelantado que esta solicitud se quedaría en el aire, lo que deja entrever que podría derogar estos poderes una vez que el nuevo Parlamento tome posesión.
Así las cosas, el escenario parece apuntar a la necesidad de una cohabitación de las fuerzas y, en este sentido, el analista político Luis Vicente León subraya dos alternativas: “Negociación o guerra”.