Miles de brasileños exigían este domingo en las calles la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, pero hasta el mediodía la asistencia era débil en una decena de estados del país.
AFP
Las protestas contra la acosada mandataria izquierdista servirán de test para medir la insatisfacción popular y pueden pesar en el voto de los legisladores que estudian su impeachment en el Congreso por maquillar las cuentas públicas.
Hartos de la corrupción y en medio de la peor recesión económica en décadas, la inflación en dos dígitos y el alza del desempleo, unos 6.000 manifestantes marcharon en Brasilia hasta el Congreso y rodearon un gigantesco muñeco inflable de la mandataria con una gran nariz apodado de “Dilmentiras”.
“El tiempo está demostrando la incapacidad de Dilma de gobernar el país. Está llevando el país a un pozo hace tiempo ya. Hay elementos para el impeachment, la presidenta hizo muchas maniobras fiscales” ilegales, dijo a la AFP el ingeniero Adriano de Queiroz, de 36 años.
La policía hizo preparativos con una estimación de 60.000 asistentes en Brasilia, dijo a la AFP el coronel Alexandre Sergio, a cargo del operativo de seguridad. Pero varias horas después del inicio, contabilizaba apenas unos 6.000 participantes, contra 30.000 según organizadores.
La presión popular con millones de brasileños vestidos de negro manifestando en las calles de todo el país aceleraron en 1992 la caída del presidente Fernando Collor de Mello, que renunció justo antes de ser destituido por el Congreso por corrupción.
– “Un gobierno digno” –
Acusada de maquillar las cuentas públicas y con una popularidad de apenas 10%, Rousseff enfrenta un procedimiento de impeachment en el Congreso que ha sido liderado por su archienemigo Eduardo Cunha, el jefe de Diputados e investigado a su vez por corrupción en el marco del megafraude a la estatal Petrobras.
“Sinceramente, espero que Cunha salga preso del Congreso, esposado, y que Dilma caiga también. Precisamos un gobierno más digno”, dijo Queiroz.
“Después que el gobierno caiga, viene el vicepresidente (Michel Temer), pero pensamos que también tiene que caer. Hasta hallar una solución, hasta encontrar un hombre digno que gobierne el país”, sostuvo Carlita Rocha Brito, una abogada de 69 años que asistió a todas las marchas contra Rousseff y que vestía una careta de Sergio Moro, el juez que lidera la investigación del megafraude en Petrobras.
Movimientos como Vem Pra Rua y Brasil Livre llamaron a través de las redes sociales a participar en las protestas en decenas de ciudades de este enorme país de 204 millones de habitantes, y que se espera alcance su clímax en Sao Paulo a partir de las 13h00 (16h00 GMT).
Los organizadores desconocen aún si podrán igualar la concurrencia de las otras tres protestas realizadas contra Rousseff este año, que llegaron a juntar a más de un millón de personas en marzo y a cientos de miles en abril y agosto.
La Corte Suprema debe decidir este miércoles si mantiene o anula la comisión especial elegida en la Cámara de Diputados para estudiar el impeachment de Rousseff, cuestionada porque fue elegida por voto secreto.
Si la Corte Suprema mantiene el rito elegido por Cunha para llevar adelante el procedimiento de impeachment de Rousseff, para que comience el juicio político en el Senado la oposición necesita primero 342 votos en el plenario de la Cámara baja (dos tercios). Al oficialismo le alcanzan 172 para bloquearlo.
Rousseff, con tormentas en todos los frentes y graves fisuras en su coalición de gobierno, asegura que el proceso de destitución es improcedente y dice ser víctima de “un golpe” a 11 meses de haber iniciado su segundo mandato.
La mandataria quiere que el Congreso anule su receso de verano en enero y siga trabajando para resolver el tema a su favor lo más rápido posible y evitar así que el descontento popular siga creciendo en el correr de los próximos meses.
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