Dice la leyenda que Elías Canetti mantuvo a Chateaubriand, en los anaqueles de su biblioteca, más de diez años en espera. Esto me da cierto alivio porque a mí ha pasado con más de un autor. El «Ulises» de Joyce, por ejemplo, pero quizás a quien más hice esperar fue a don Carlos Rangel y a su, «Marx y los socialismos reales» (1988), de la colección de Perspectiva actual de Monte Ávila Editores.
De muchacho recuerdo haber sustraído, de las estanterías de mi padre, los tomos de «El capital», pero aquel primer acercamiento fue un estruendoso fracaso. Tiempo después compré, por cuenta propia, un resumen de la editorial panamericana, y así, llevado por esa ilustre holgazanería rentística, di por cancelada mi lectura de Marx. Por supuesto, ya había pasado por el «Manifiesto comunista» y por algunos otros autores que pretendían explicarlo, pero llegó a parecerme que ya era demasiado para mi endeble cabeza tan fácil de seducir por una Emily Blunt o una Marion Cotillard. Sin embargo, ahora que me consigo con este breve ensayo de Carlos Rangel, y que de paso despacha a Marx en menos de diez páginas, acabo sintiendo que debí prestar más atención a Julio Verne y a su «Indias negras», por decir algo, en aquella bella edición del Club Joven Bruguera, y no estar dándome tanta mala vida en asuntos de ciencia ficción y mala fantasía…
Pero Rangel sostiene que la grandeza de Marx, aunque se equivoque en ciertos aspectos, se debe a la sencillez de sus argumentos. Y que esto es lo que hace, precisamente, que se pueda defender al marxismo (incluso, odiarlo), con la vida si es preciso, sin haberlo leído siquiera. No voy a revelar mucho del ensayo en sí, salgan a buscarlo, o descárguenlo, pero les adelanto que, según Rangel, el libro auténticamente revolucionario del siglo XIX fue, y es, «El origen de las especies» (1859).
Afirma, también, Rangel, y con esto termino, que los pensadores marxistas deberían ser los más originales y libres que se conozcan porque, si poseen la clave de todo, como bien vociferan, y no están limitados por nada ni deformados por una maldita cultura clasista, pues deberían sorprendernos y dejarnos boquiabiertos. No obstante, y es completamente paradójico, la censura es consustancial del marxismo en función de gobierno, y «vemos que sucede lo contrario: todas las innovaciones en el pensamiento son obra de no marxistas, mientras que son los marxistas, aun allí donde viven y se expresan en libertad, quienes se demuestran estériles, maniatados como están por sumisión a una ideología dogmática, anticuada e inhumana».
Y remata, Rangel, diciendo que toda la prédica igualitaria, de estos marxistas en función de gobierno, se basa en el reparto y en la exaltación de la frugalidad y la pobreza como algo puro y sagrado (¿pueblo?), porque la riqueza termina siendo inexistente, al menos, para las mayorías. No así para un pequeño puñado de revolucionarios.
El ensayo parece escrito mirando a la Venezuela bolivariana. Y eso es, en conclusión, lo que me ha dejado pasmado. En fin, sigan ustedes…
@EldoctorNo