Enrique, Henry y Julio aspiran presidir la Asamblea Nacional durante el 2016. Los presento alfabéticamente porque es el criterio impersonal al que se puede acudir una vez que la MUD decidió no aplicar valores cuantitativos a la hora de jerarquizar las posiciones de los partidos y los dirigentes que la integran. Decisión pertinente porque se votó por una tarjeta única.
Esa pertinencia complica una selección que luce urgente y prioritaria. Pero, cuya importancia aconseja tomarse el mayor tiempo disponible para arribar a una decisión virtuosa. Una selección consensual, adoptada con miras a las capacidades que se requieren para transitar por un año difícil en el que se espera un agravamiento de las crisis y episodios de renuencia del Ejecutivo a respetar la Constitución.
El criterio para escoger al Presidente de la Asamblea Nacional no es la oferta programática. Los tres aspirantes están comprometidos con un mismo programa legislativo y aplicarán una misma propuesta de trabajo para el primer año de sesiones del parlamento. Entre ellos hay una coincidencia de alto aliento.
Tampoco la escogencia puede fundamentarse en comparar estrategias porque los tres comparten la misma. Ellos formaron parte del eje conductor de una política que verificó con su extraordinario éxito que el marco irrenunciable para librar las batallas por el cambio debe aferrarse a una opción democrática, pacífica y constitucional. En esa estrategia coinciden los partidos que integran a la MUD y el liderazgo independiente que puede resumirse en la diversidad de matices que coexiste entre Ramón Guillermo Aveledo y Chúo Torrealba.
Los argumentos a favor de cualquiera de los tres aspirantes son necesariamente subjetivos, sostenidos en valorar algún rasgo de la persona misma. La tabla de méritos, capacidades, experiencias y formación esta más o menos nivelada. Ninguno de ellos tiene impedimentos legales o éticos para desempeñar esa responsabilidad, aunque como todo dirigente opositor hayan estado expuestos a los señalamientos sucios orquestados por el gobierno y repetidos por los profetas de la antipolítica, acumulados con especial saña contra Henry.
Hay que saber que la comunidad de objetivos, estrategias y planes no garantiza que se vayan a obtener los mismos resultados con cualquiera de los tres dirigentes. La marca personal, que incluye estilos, lenguajes, preferencias temáticas, acentos prácticos, predisposiciones o prejuicios, va a influir en la conducción de la Asamblea y a sellar con la firma individual la orientación de la gestión.
Tal vez la discusión política conlleve a dilucidar cuáles capacidades son más deseables para potenciar una misión que una la realización de los cambios que el país quiere con una visión de Estado. Es una de las vías para despersonalizar la construcción de un baremo de las condiciones que debe calzar el Presidente de la Asamblea Nacional de la transición.
Se ha reconocido la experiencia de un hombre que parece estar constituido por un gen parlamentario como Henry Ramos. Se ha hablado de la claridad estratégica de Julio Borges. Añado al nombre de Enrique Márquez el hecho notorio de que es el candidato que suscita menos rechazo, el ser representante de una región del interior y el que parece tener, aún con sus cinco pisos, la menor brecha con el electorado joven. Es el menos conocido lo que simboliza más el efecto de relevo.
La gran ventaja es que los 112 diputados podrán disfrutar de la certeza de estar escogiendo al más conveniente entre tres excelentes candidatos. Y en sintonía con los millones de venezolanos que cambiaron el mapa político.
@garciasim