Con el resultado de las elecciones parlamentarias del pasado 6 de diciembre, el pueblo venezolano concluyó un largo ciclo político que se había iniciado en el año 1992 con dos intentonas militares golpistas y que se cerró otorgándole a la opción democrática una mayoría calificada de 2/3 de diputados en la nueva Asamblea Nacional.
El país ha entrado bajo la conducción de Nicolás Maduro en la más terrible crisis socio económica que se haya registrado en toda su historia. En los casi tres años de su mandato, los asesinatos de venezolanos alcanzan la terrible cifra de casi 25 mil anuales, con una impunidad superior al 92%. Las cifras económicas oficiales están secuestradas, pero la hiperinflación supera el 270% anual, la escasez de medicinas marca el 80%, la de alimentos el 70%. Una situación pavorosa.
Más de un centenar de presos políticos sufren en mazmorras por pensar distinto. Millares de venezolanos han optado por el exilio.
El país despidió de la Asamblea Nacional a una opción política que lo tuvo todo y nunca se hizo responsable de nada. Que apoyó ciegamente a un poder ejecutivo atribulado y de gestión más que mediocre. Una opción política antidemocrática, que se corrompió en el ejercicio del poder y le dio la espalda al pueblo que los llevó a legislar.
Hoy, noche de Navidad, el cristianismo mundial celebra el nacimiento de Jesucristo en Belén. Mañana es día festivo en Venezuela. No habrá mucho sobre la mesa, pero hay una renovada esperanza en la mayoría de esos hogares.
La Asamblea Nacional, la casa del pueblo, se tiñó tricolor. Una pequeña luz comienza a iluminar el futuro del país.
¡Feliz Navidad, Venezuela!
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