Que estemos en tiempo de buenas palabras, de hermosos deseos y de un cierto ambiente de inocencia, no significa que los partidos y dirigentes de la oposición se atrevan a darse el lujo de pensar que nos van a hacer caer por inocentes. El Día de los Inocentes es hoy, y sólo este lunes 28 de diciembre, pero las bromas e inocentadas que hacemos no se pasan para el día siguiente.
La MUD especialmente por los lados de arriba –cogollo como suele llamarse- debe estar muy clara en que la frase del dirigente chavista amargado por la derrota, en cuanto a que millones de electores votaron por candidatos de la Unidad que no sólo no conocían, sino que ni siquiera tenían idea de quiénes eran, fue una convicción terrible, dramática y angustiosa justamente por haber sido rudamente cierta. Porque no fue una votación inocente, fue una señal categórica, decidida, de que una importante mayoría de venezolanos está tan decepcionada del chavismo y sus partidos, que prefiere a cualquiera con tal que no sea chavista. Eso es grave, patético, ¿alguien quiere explicárselo a Nicolás Maduro?
Como es una señal irrefutable de la voluntad popular que los electores sufragaron por la Unidad, no por el partido tal o el candidato cual, y esa unidad es la que convenció a los ciudadanos y es el concepto que la gente quiere. Ningún otro. Por eso el mejor consejo que podemos darle a nuestros amigos de la Mesa de la Unidad Democrática, y especialmente a los que menean los cucharones de las sazones de Acción Democrática, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y Voluntad Popular, es que dejen de analizar conveniencias e inconveniencias a futuro y se concentren en las realidades de hoy. Quien o quienes pretendan adueñarse o creerse dueños del evento del 6D donde la victoriosa fue y es la Unidad, se encuentra por decir lo menos, perturbado, chiflado y no merecen ni el respeto ni la confianza de la población.
A la gente común, la de a pie, la que sufre a diario las penurias de la situación actual, -se los decimos de corazón-, le importa un pepino si el nuevo presidente de la nueva Asamblea Nacional es Henry Ramos Allup o Julio Borges o Perico Metralla, y menos le concierne en cuanto se da cuenta de que no se trata sólo de ponerse de acuerdo en el nuevo presidente, sino que se trata de escoger los ocupantes de varios cargos que integran la directiva de ese organismo, además de los fundamentales jefes de comisiones legislativas, que son las que mastican y producen el trabajo diario del poder legislativo. La verdad sea dicha, una gran Asamblea depende mucho más de sus comisiones de trabajo que de quién sea el presidente y, obviamente, sus integrantes.
Se trata también de elegir por unanimidad a un nuevo presidente, el cual todo el mundo sabe que durará un año en el cargo y el segundo año dejará el elevado sillón para bajar a la trascendental posición de jefe de la fracción opositora –y contundentemente mayoritaria- en el agitado piso de las curules, al cual –ha prometido la MUD- podrán volver a ingresar los periodistas, ¿incluyendo los del Correo del Orinoco, algunos muy groseros de VTV y medios marginales?
Ciertamente Ramos Allup es un inteligente y embraguetado veterano que haría un gran papel como presidente de la Asamblea; pero a estas alturas tantos méritos y conveniencias (aunque menos años, claro) puede exhibir Julio Borges, que si algo ha demostrado es conocimiento de las normas y oportunidades, de las verdades y expectativas del país.
Henry Ramos Allup supo mantener vivo y combativo a un partido en decadencia en medio de la tormenta chavista, y conducirlo con mano firme en un proceso de recuperación claramente demostrada; en esas circunstancias y con otros dirigentes, un partido se hubiera ido al foso del olvido, y conocemos rotundos ejemplos lamentables que no sólo fueron grandes, sino que incluso tuvieron presidentes de la República y candidatos presidenciales de gran popularidad, ministros muy destacados y estructuras partidistas bien organizadas y concurridas a nivel nacional.
Pero la mayoría de los viejos fundadores ni sus sucesores tuvieron el tino, el pulso de la gerencia política ni las oportunidades para limpiar y deslastrar a sus partidos de los errores que los condujeron al desmoronamiento, mientras que Henry Ramos Allup sí los tuvo. Aunque y tras quince años de chavismo implacable que ni da ni pide cuartel, el actual partido de Chávez, el PSUV, sigue siendo el mayor partido de la política venezolana –una realidad que no estamos tan seguros que sus actuales dirigentes, desnudos del coraje, faltos de la voluntad de hierro y desprovistos del carisma de Hugo Chávez, logren entender en toda su extensión, la renovada Acción Democrática de Ramos Allup y su equipo no sólo han recuperado posiciones que aunque todavía no sumen la militancia del PSUV, al menos muestran constante crecimiento, solidez, disciplina y entusiasmo.
Julio Borges, por su parte, ha dirigido la decidida y muy bien organizada transformación de lo que fue una fundación de muchachos conservadores en un partido de extraordinario músculo y estructura nacional. Nadie puede negarle a Borges que ha conducido a Primero Justicia al liderazgo opositor y llegar al umbral del poder frente a Hugo Chávez primero, frente a Nicolás Maduro después con su candidato Henrique Capriles. Lamentablemente Capriles, después de haberle mordido el triunfo a Maduro, cometió errores –si lo hizo de acuerdo con Borges o no, lo desconocemos- como dejar enfriar el hervor de sus electores, y dejar vacante la posición de líder natural de la oposición para regresar a despachar pendejaditas en una gobernación –aunque haya sido la de Miranda, ése es tema diferente.
Acción Democrática de Henry Ramos Allup y Primero Justicia de Julio Borges no son partidos arrinconados en el complaciente este caraqueño, sino formidables organizaciones con fuerza y presencia nacionales y con dinámicas afiliaciones internacionales. Y por allí, aunque le falte todavía experiencia, viene creciendo la Voluntad Popular fundada por Leopoldo López, que tuvo además la inteligencia de ir preparando su partido no sólo en grandes centros urbanos, sino en los innumerables pequeños en el interior, zonas remotas y populares, con lo cual en la práctica VP nació siendo un partido nacional.
Pero todo eso se hace irrelevante en una situación como la actual. Los electores antichavistas y chavistas opuestos a la interpretación desabrida dada por el madurismo se volcaron aplastantemente en la tarjeta de la Unidad, y eso significa que el ideal en el cual creen, su único soplo de esperanza, es la Unidad como concepto. Y esa expectativa, esa fe casi brutal, no puede ser desatendida y menospreciada por los dirigentes de ninguno de los partidos que integran la MUD.
Hay quien apunta que a Primero Justicia y a Un Nuevo Tiempo (¿y AD?) no les conviene un Leopoldo López libre y habilitado recorriendo al país, porque su bien ganado e intensamente emocional prestigio afectaría los planes y anhelos presidenciales de Capriles y Rosales. Esto perjudicaría la inclusión de López entre los beneficiados por la muy ofrecida, y ahora muy esperada, Ley de Amnistía General.
La oposición en la nueva Asamblea Nacional no puede ni debe buscar excusas ni excepciones en el tema de la Ley de Amnistía; todos los dirigentes y candidatos opositores iniciaron sus propuestas electorales en 2015 prometiendo la amnistía general a todos los presos y exiliados políticos como el primer y fundamental paso para el cambio y la renovación del país. No pueden ahora darse el lujo, que sería estúpido, de no cumplir a plena cabalidad con ese compromiso, ni mucho menos hacer lo que los electores –y la prensa, la opinión y las fuerzas políticas del mundo entero- considerarían una canallada, una estafa, una burla, un engaño que es dictar una ley de amnistía con excepciones. En la liberación de los presos políticos, sea quien sea el presidente de la Asamblea Nacional desde el próximo 5 de enero, es todo o nada, no hay opciones intermedias, ni dilaciones. Si Nicolás Maduro la entorpece, ése es un problema de Maduro, nunca debe ser una falla de la oposición.
Para esos electores, incluyendo chavistas hartos de la incompetencia y las mentiras de Nicolás Maduro y los enloquecidos mazazos de Diosdado, la ley total de amnistía es el primer paso que, necesario es destacarlo, ya debería estar lista en todos sus puntos; pero inmediatamente, sean quienes sean los integrantes electos para la directiva y las comisiones, deben en paralelo iniciarse activamente las investigaciones, análisis y decisiones para cambiar drásticamente la economía nacional.
El económico es un tema muy amplio y complejo que empieza pero no se limita al rediseño del sistema cambiario; los electores saben –al menos aceptan- que no es cuestión fácil y que será trabajo de no menos de un año de esfuerzo de 24 horas diarias. Lo que no van a entender ni a aceptar es que ese trabajo de enorme alcance y complejidad no se empiece a hacer de inmediato. Están en esto involucradas varias comisiones parlamentarias, no sólo la de economía y finanzas.
Lo insólito es que a estas alturas, 2015 ya en sus agonías finales, la MUD no dé señales de que ese amplísimo y trascendental asunto está listo para arrancar, como prometieron casi a diario dirigentes, militantes y candidatos de la oposición. Los aspirantes chavistas fueron pateados por los electores, y sólo 55 de ellos lograron sumar votos suficientes, justamente porque para ellos, abanderados de necedades como la guerra económica que le inventaron los cubanos a Nicolás Maduro y de un socialismo etéreo que fracasaba día tras día, las propuestas económicas se deshacían en cada cola, en cada producto desaparecido, en cada medicina que no se encontraba, en cada empresa en problemas y en el inmanejable descontrol de precios. Cada vez que el extraviado desgobierno de Nicolás Maduro ponía preso a un gerente o a un dueño de un establecimiento comercial, y cada vez que grupos de desaforados con respaldo militar agredían a instalaciones de Polar, perdían votos.
Los venezolanos no esperan que las arduas dificultades económicas se resuelvan todas en enero de 2016, pero sí anhelan ser convencidos de que se está trabajando con fuerza, con conocimiento y con firmeza para que diseñen o se reformen las leyes que rigen los diversos aspectos de la economía nacional para corregir el fracaso demostrado de este mal aplicado y peor concebido socialismo del siglo XXI.
Si los diputados y partidos de la oposición no hacen todo eso, y si no persuaden a la mayoría calificada de venezolanos de todos los sectores sociales de que están trabajando a fondo y van a resolver, 2016 no va a ser el año del hambre, ni de escasez o desabastecimiento, sino que será el año del caos y la anarquía.
Con estas reflexiones van también mis más fervientes y sinceros deseos para todos los que vivimos en esta atribulada y maltratada Venezuela, por un nuevo año 2016 lleno de paz, sosiego y renovación.
@ArmandoMartini