El chavismo deberá toparse en la nueva legislatura con los informadores que no le son afines y a los que había expulsado hace cinco años de los eventos oficiales, publica El País de España.
Por Alfredo Meza
Todos los periodistas querían hacerle la misma pregunta a la primera dama de Venezuela y diputada por el Estado de Cojedes, Cilia Flores, pero solo uno de ellos tuvo el privilegio. El chavismo, poco acostumbrado a las interrogantes incómodas, que prefiere la propaganda a la información, tuvo que moverse en cada palmo de la Asamblea Nacional con la incómoda presencia de la prensa independiente venezolana, que había sido expulsada por ellos hace cinco años.
Si para los diputados fue un día de fiesta pera los periodistas también lo fue. Muchos se tomaban fotografías y grababan vídeos en la entrada del hemiciclo con un júbilo discreto. Bastaba ver sus perfiles en las redes sociales para advertir sonrisas que desde hace mucho no esbozaban. No es poca cosa volver al Parlamento. Es quizá el único sitio de trabajo donde es posible obtener respuestas de voceros chavistas.
Pero para llegar hasta ahí tuvieron que sortear un férreo dispositivo de seguridad diseñado para la ocasión. El chavismo y sus grupos de choque —uno de ellos, el colectivo La Piedrita, formaba con orden marcial en las escalinatas del parque El Calvario, muy cerca del palacio presidencial de Miraflores, gritando vivas al fallecido líder Hugo Chávez— fueron confinados hacia el oeste del edificio del Palacio Federal Legislativo y en la margen norte, hacia la plaza Bolívar. La oposición y la prensa, mientras tanto, debían dar una gran vuelta para entrar por el límite este. Había que caminar varias cuadras en paralelo porque además estaban cerradas cuatro estaciones del Metro de Caracas en previsión de posibles desórdenes. Separados por varias cuadras el choque era prácticamente imposible. Los perros se ladraban a la distancia.
Se sabía que sería difícil entrar, pero nadie quería perderse la fiesta. A las ocho de la mañana los reporteros se presentaron con las credenciales expedidas por sus medios para salvar los cordones de la Policía Nacional Bolivariana y de la Guardia Nacional (policía militarizada). La víspera, la jefatura de prensa de la Mesa de la Unidad Democrática, que coordinó el operativo de acreditación, había pedido los datos de todos aquellos que querían asistir y de antemano pidió comprensión a las limitaciones del espacio. Se recibieron más de 400 solicitudes. Era evidente que no todos podían entrar al hemiciclo, pero se daban por satisfechos con el solo hecho de pisar un edificio que estaba vedado para los medios y los periodistas que el régimen consideraba como sus enemigos.
Los obstáculos comenzaron en 2008 y se hicieron insalvables en la medida que el chavismo consideró que la agenda de la prensa independiente era incontrolable y ajena a sus intereses. Empezó con el impedimento de ingresar cámaras de televisión al hemiciclo por órdenes de la entonces presidenta del Parlamento Cilia Flores. Aquel año, en pleno debate, un equipo de un medio audiovisual había cometido la travesura de tomar un primer plano de la pantalla del ordenador de un parlamentario chavista, que observaba -dijo después el avergonzado hombre- una presentación sobre el cáncer de seno. Lo que en realidad vieron los televidentes de ese canal fue el perfil turgente de una mujer y se consolidó la opinión de que el parlamentario estaba viendo pornografía mientras se discutían los asuntos más trascendentales de la República. La directiva consideró que se exponía al diputado de marras al escarnio público y actuó en consecuencia.
Se recibieron más de 400 solicitudes de medios de comunicación para acceder al Parlamento
Pero las llaves se cerraron definitivamente al comienzo de la anterior legislatura (2011-2016). El Parlamento precedente modificó el reglamento de debates para terminar de prohibir que los periodistas circularan entre las curules o siquiera ocuparan un lugar en el palco reservado para la prensa. Los medios oficiales fueron confinados a un salón del palacio dotado con monitores y asientos, donde no incomodaban. La Comisión Nacional de Telecomunicaciones habilitó una señal abierta para la Asamblea Nacional, la única autorizada para emitir en directo las sesiones. El asambleísta chavista Darío Flores controlaba la televisora como si fuera el propio coto del chavismo. La oposición era constantemente vilipendiada y se ocultaron muchas protestas, y las golpizas que recibía, con los ardides de la edición. La voz dominante era la del presidente del Parlamento y número dos del régimen Diosdado Cabello.
Sentados en los jardines del palacio un grupo de periodistas recordaban todas esas anécdotas. Estaba, por ejemplo, Cecilia Caione, exreportera del diario venezolano El Nacional, quien denunció hace ocho años la presencia de los familiares de la hoy Primera Dama en cargos administrativos clave del Parlamento. Después de ser acosada por Cilia Flores, Caione vendió su piso en Caracas y se mudó a la Isla de Margarita (noreste de Venezuela) a regentar un restaurante de comida cubana que ha sufrido los embates del desabastecimiento y la escasez. El martes no tuvo ocasión de toparse con la Primera Dama. Tampoco lo estaba buscando.
Flores salió del hemiciclo entre el grupo chavista que decidió abandonar la sesión por no estar de acuerdo con los procedimientos seguidos por la nueva directiva opositora para llevar el debate. Estaba al lado del presidente saliente del Parlamento y número dos del régimen, Diosdado Cabello. Mientras estuvo escoltada por sus compañeros estuvo a salvo de los que esperaban para que respondieran la pregunta que se ha negado a responder desde principios de diciembre, cuando dos de sus sobrinos fueron detenidos en Nueva York acusados de pretender introducir en Estados Unidos un cargamento de cocaína. Con la salida impetuosa de Cabello, rodeado de escoltas, Flores caminó estrechando manos hacia una de las oficinas ubicadas en el ala contraria al hemiciclo de sesiones. Allí Víctor Amaya, reportero de Tal Cual, el diario editado por el último ganador del premio Ortega y Gasset Teodoro Petkoff, la atajo con una pregunta: “Diputada, ¿en algún momento va a declarar sobre los narcosobrinos”?.
Con un gesto que pretendió ser cordial, Flores hundió su dedo índice en la barriga del periodista. Y siguió su camino rodeada de guardaespaldas.