Oswaldo Ávila compositor, autor del himno “A la democracia”, envió una carta abierta al gobernador del Estado Carabobo, Francisco Ameliach, en respuesta a su propuesta de penalizar lo que considera “irrespetos a las imágenes del Libertador”.
Quienes hoy se desgarran las vestiduras, dolidos por lo que consideran “ofensas” al Padre de la Patria, incurren en una falta muy grave al utilizar precisamente su nombre en una evidente manipulación política. Creer que van a desviar la atención de lo que ocurre en el país será inútil, la realidad que estamos viviendo es demasiado contundente y terca. Ameliach plantea el tema sin percatarse de un detalle: las abrumadoras evidencias de irrespeto a la memoria de Simón Bolívar los colocarán a ellos en el banquillo de los acusados.
El Libertador nos pertenece a todos los venezolano. No puede ser secuestrado por una cúpula que simboliza el fracaso, el desastre y la corrupción. Hemos visto por años como han utilizado su figura con el fin de consolidar un modelo político-ideológico de corte totalitario y fascista. No conformes con esto, llegaron a la osadía de equiparar al más grande hombre que ha parido Venezuela con la figura del ex presidente Chávez; tamaño disparate ofende la memoria del Padre de la Patria, su dimensión, su legado y su epopeya. Estamos ante un despropósito cuyos fundamentos y análisis comparativo nos resisten el más mínimo escrutinio de la historia; irrespeto imperdonable ante lo cual muchos funcionarios se han hecho participes, o guardan silencio.
Simón Bolívar fue El Libertador de cinco naciones, héroe indiscutible de nuestra independencia y solo a él le debemos culto; Chávez representa la versión más actualizada del viejo caudillismo latinoamericano: militarista, demagógico y populista. Sus 14 años de gobierno han dejado secuelas terribles en la Venezuela actual. Para la mayoría de los venezolanos es una burla observar cuadros, retratos y afiches que muestran al Padre de la Patria junto a Chávez. Utilización indebida con fines proselitistas y de propaganda que no debe permitirse.
El régimen, en su afán de perpetuarse en el poder, se propuso edificar el culto a Chávez como política de Estado. Somos testigos de una operación sicológica de alto vuelo diseñada para el adoctrinamiento y la sumisión. La idolatría al personaje ha llegado a extremos enfermizos. Para ello han utilizado todo el poder económico, mediático y propagandístico del que disponen.
El ejemplo más acabado de lo que se denomina culto a la personalidad, está representado en el pomposo título de “comandante eterno”, cursilería proferida por la cúpula que ostenta el poder a su antecesor. Asociar a Chávez con Simón Bolívar, hacerlo ver como su heredero, sucesor, intérprete, continuador, encarnación, imagen y semejanza, impulsor de la segunda independencia de Venezuela… y señalar que ahora si “tenemos patria” es parte de esa estrategia demencial. Antecedentes como este existen en el mundo, como lo ocurrido en la ex Unión Soviética con el culto a la personalidad a Joseph Stalin, en la China comunista con Mao Zedong, o más recientemente, en Corea del Norte.
Iguales propósitos persiguen cuando se apropian de la palabra “bolivariano”, expresión que han querido convertir en sinónimo de lo que ellos llaman: proceso, chavismo o revolución.
Bolivarianos somos todos, aunque hayan intentado desvirtuar su verdadero significado, y sobre todo, el nombre de quien de él se deriva.
Los muertos son victima impotente de la viveza de los vivos.
Oswaldo Ávila