Entrevistar a un narcotraficante prófugo siempre genera polémica. Pero en México, donde los periodistas asesinados por el crimen organizado se cuentan por decenas, la polémica en torno al texto de Sean Penn sobre su encuentro con Joaquín “El Chapo” Guzmán ha ido más allá.
AFP
No sólo se discute si es ético dar voz a un peligroso capo cuando es buscado por las autoridades, sino que se ha puesto sobre la mesa si el artículo de la estrella de Hollywood debe considerarse periodismo o entretenimiento, teniendo en cuenta que “El Chapo” le impuso varias condiciones, en un país en que muchos de los que ejercen ese oficio lo pagan con la vida.
En un texto de más de 10.000 palabras publicado en la revista Rolling Stone, Penn presenta a “El Chapo” como un hombre “que se volvió narcotraficante porque de algo tenía que vivir, que no es violento más que para defenderse (…) y es casi amable de no ser por los 10.000 asesinatos” atribuidos a su cártel, lamentó el periodista León Krauze en una columna en el diario El Universal, donde considera al artículo un “triunfo” propagandístico de Guzmán.
A muchos les resulta insoportable que el “El Chapo” haya ofrecido tequila y comida al oscarizado actor en un país donde el poderoso cártel de Sinaloa y otros grupos del crimen organizado llevan años aterrorizando, hostigando y asesinado a periodistas incómodos.
El artista narró con épica el periplo y el miedo que pasó hasta que en octubre se concretó su esperado encuentro clandestino con el capo en una “jungla” no identificada, gracias a las gestiones de la actriz mexicana Kate del Castillo, presente en la reunión.
Sin embargo, el protagonista de “21 gramos” y “Mystic River” no logró su ambicioso objetivo: que la primera entrevista en la historia con el capo más poderoso y buscado del mundo fuera grabada en directo y sin condiciones.
“El Chapo”, recapturado el viernes pasado después de su espectacular fuga de prisión en julio, se comprometió a recibirlo durante dos días para una conversación extensa, pero Penn tuvo que enviarle las preguntas por celular y el capo las respondió en un vídeo. El resultado final, con preguntas cómodas y respuestas escuetas, tuvo que ser avalado personalmente por “El Chapo”.
“Describir el encuentro entre El Chapo y Sean Penn como una entrevista es un insulto épico a los periodistas que han muerto en el nombre de la verdad”, escribía airado en Twitter Alfredo Corchado, un veterano corresponsal estadounidense en México que tuvo que exiliarse un tiempo por las amenazas de Los Zetas.
Sin embargo, otros periodistas consideran que las críticas son fruto de la envidia.
“Nunca fui un fan del periodismo de Penn, pero yo y cualquier otro periodista nos habríamos puesto incluso en más compromisos para tener una entrevista con ‘El Chapo’. Quien diga lo contrario, miente”, dijo el corresponsal de Vice Danny Gold.
El verdadero peligro del periodismo mexicano
Con 89 reporteros asesinados y 17 desaparecidos desde el año 2000, según cifras de Reporteros Sin Fronteras, el periodismo es un oficio de riesgo en México, donde convertirse en altavoz del narco es una práctica muchas veces no elegida.
Por eso, al fallecido decano del periodismo mexicano y fundador de la revista Proceso, Julio Scherer, muchos nunca le perdonaron que en 2010 entrevistara al fugitivo Ismael “El Mayo” Zambada, socio de “El Chapo”. “Si el diablo me ofrece una entrevista, voy a los infiernos”, se justificó entonces el periodista.
En 2013, Servando Gómez “La Tuta”, el estrambótico líder de Los Caballeros Templarios de Michoacán (oeste), se convertía en el capo más mediático no sólo por sus vídeos retadores en Youtube sino por las extensas entrevistas que le hicieron cadenas internacionales como MundoFox o Channel 4.
El artículo de Penn molesta de forma especial a muchos reporteros mexicanos de zonas conflictivas, como Javier Garza Ramos, exeditor de El Siglo de Torreón en Coahuila (norte), que también sufrió en propia carne las amenazas del narco.
“Hay un tono de falso heroísmo en la narrativa de Penn. Si realmente quiere conocer el peligro de cubrir a los cárteles, podría conseguirse un trabajo en un periódico de Sinaloa o Durango y cubrir historias de crimen de manera cotidiana junto con decenas de valientes reporteros y editores”, escribió el periodista en una columna en el diario español El País.