La política venezolana contemporánea siempre ha transitado dentro del mismo sendero. El modelo institucional, su espíritu y sus aspiraciones no han apuntado nunca a un cambio verdadero. Durante los últimos 70 años hemos permanecido dentro del rentismo petrolero, el control social, la positivización de la las leyes para “transformar” la realidad, la irresponsabilidad de las élites… Le hemos dado permanencia a un Estado que, según se entiende, debe regir la vida de las personas.
Cuando analizamos a los partidos políticos, estos sólo desean capturar la renta para “administrarla”, para enriquecerse y para controlar sus cuotas de poder a través de transferencias que deprimen nuestra economía con el pasar del tiempo. Los partidos del establishment carecen de trasfondo ideológico diferenciado: pertenecen todos a una misma corriente trasnochada.
La función del político venezolano como docente y como reflejo de una serie de valores aspiracionales se ha pervertido. La burda imitación de la supuesta viveza criolla es hoy lo que aparece en nuestros medios de comunicación, y es uno de los hechos principales que nos mantiene en la pobreza – todo ello para que el Socialismo (moderado o no) “se haga” necesario. Las propuestas que emanan del autodenominado bloque opositor no se diferencian de lo que ha venido promoviendo el actual régimen desde 1999; ni hablar de su actuar chabacano y soez.
Un pequeño repaso no exhaustivo del proceso electoral -campaña, votaciones y momentos postresultados- hace evidente una clara tendencia a continuar con lo que llaman «leyes decontenido social», manteniendo el único fin de reeditar nuevamente el mismo modelo de transferencias para someter al venezolano bajo la estructura burocrática de siempre – sólo que enmarcada, esta vez, en una administración mafiosa de color distinto.
Pocos días después de las elecciones parlamentarias, diferentes voceros “opositores” manifestaron que el camino a seguir son esas cacareadas «leyes de contenido social»: leyes que, irremediablemente, siguen generando un altísimo costo a los emprendedores y a la empresa privada, demoliendo aún más a nuestra economía y a nuestro porvenir. Pero ninguno de esos sujetos toca los temas vitales: el control de cambio, el control de precios, los criminales monopolios estatales, las confiscaciones y la virtual suspensión de las garantías económicas constitucionales, la monumental deuda, el delincuencial abuso de transferencias, el ilimitado poder que tiene el Ejecutivo sobre la renta petrolera… y un largo etcétera de asuntos, por mencionar sólo los de naturaleza macroeconómica.
Para muchos, esto ha significado una extraña sorpresa; pero, hablando de lo electoral en su sentido estricto, hay que recordar que, dentro de la gama de ofertas y de propuestas -en una contienda libre y saludable-, tiene que estar presente una clara contraposición entre distintos “modelos” – cosa que no sucedió (y no sucede) en nuestro caso. Aquí se vendió el mismo modelo decadente y caduco… se votó por desesperanza aprendida… se volvió al pasado por desesperación, y no por una propuesta atractiva de un futuro viable.
Lo necesario para nuestro país es la promoción de libertades, la creación de un sistema meritocrático y la generación de un ambiente de dignidad y prosperidad nacional. Por nuestra parte, en el 2016 seguiremos gestando pensamiento y soluciones, juntando talentos y uniendo esfuerzos para ascender hacia la Venezuela Futura, esa que estimula los valores que les permiten a las personas ser capaces de defender su vida, diversidad y propiedad.
@PZakh
Director General de Venezuela Futura