Esta gran obra que fue realizada durante el gobierno del General Marcos Pérez Jiménez, fue inaugurada en el año 1955 bajo el nombre Teleférico de Caracas, duró hasta los años 70 y fue cerrada por el deterioro de sus instalaciones.
En el año 1999, el Gobierno Nacional entrega la concesión del Parque y del Hotel Humboldt a la empresa Inversora Turística Caracas. La empresa propiedad de Nelson Mezerhane, se encargó de la reconstrucción del nuevo sistema de teleférico en su primer tramo Maripérez-Ávila, invirtió alrededor de noventa y cinco mil millones de bolívares (95.000.000.000) para crear lo que fue conocido en el año 2000 como Ávila Mágica.
El parque Ávila Mágica estuvo funcionando hasta el año 2007, cuando el Gobierno Nacional decide expropiarla. Alegaron incumplimiento del contrato de la concesión en lo relativo a la Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural. Desde entonces el sistema pasó a manos del Estado y se maneja desde Mintur y se le cambió el nombre a Teleférico Waraira Repano.
Como se sabe, la revolución carece de identidad y obras propias, solo hablan de viviendas hechas en 17 años de gobierno y de obras “recicladas”, ¿Por qué recicladas?, porque ninguna ha sido obra nueva, como la Unefa, Café Fama de América, Sidor, Agroisleña, Monaca, Cemex, Venezolana de Cementos, Teleférico Warairarepano, Abastos Bicentenario, Banco del Tesoro, Banco de Venezuela, entre muchos otros.
¿Por qué Waraira Repano representa la decadencia de la revolución?
Al momento en que los visitantes llegan al sistema del teleférico, son recibidos por buhoneros que venden artículos a sobreprecio y “daleros”. Dalero es toda persona que te “cuida” el carro en un lugar prohibido para estacionar por una suma ridículamente exagerada de dinero, en este caso cobran entre 200 a 400 bolívares, todo en frente de funcionarios de la GNB. Si estacionas en el parque, el costo es una tarifa única de 50 bolívares.
Cuando logras entrar, te encuentras con colas para ingresar al sistema, los precios son de 220 bolívares para público general, un precio más bajo para niños y 250 bolívares para extranjeros, claro, traen dólares, ¿Por qué cobrarles más barato? .
Mientras haces la cola puedes adquirir “Chupichupis” de un vendedor informal o acercarte a uno de los kioskos que vende el agua mineral a 100 bolívares y sorprende cómo las comisiones de precio justo visitan a comerciantes privados pero no visitan lugares controlados por el Estado.
Los funiculares también presentan deterioro: las luces no encienden, el sonido que hacen durante todo el trayecto es preocupante, el sistema de teléfonos no funciona y hay un papel que dice “por su seguridad usted está siendo filmado”, pero no hay cámara por ningún lado. Se le preguntó a un trabajador del teleférico acerca del deterioro del parque y de los funiculares, respondió: “Mira vale, el país está mal, todo está mal, el parque se está cayendo, poco a poco se le hace cariño pero nada que ver, todo son arreglos temporales. Los carritos están así porque no se consiguen las piezas y para pedirlos es otro lio, el mantenimiento de las guayas y el sistema como tal se hace bien, pero porque la gente sabe hacer su trabajo, no porque tengamos con qué”.
Las instalaciones en general presentan abandono, filtraciones, barandas rotas, ventanas manchadas y con hongos, cajeros automáticos que no funcionan, la pista de hielo deteriorada… y los baños, bueno esa es otra historia. Los baños en el parque se encuentran, en la mayoría de los casos, cerrados. Una señora que se encarga del mantenimiento de los baños comentó: “Si te contara como dejan los baños, la gente orina en el piso, en los lavamanos, en todos lados; sé q no es culpa de ellos, es porque no hay agua y no hay otro sitio donde hacerlo. A veces se quejan de la limpieza, por lo que me pagan no me voy a matar a mantenerlo limpio, antes cuando esto era privado era una belleza, pero como todo lo que toca el Estado lo daña, qué se puede hacer”.
Mi querida “Venezuea”
Al terminar de comprobar el estado de las instalaciones del parque, hay que hacer una cola más larga que la de entrada, cuando comienza el descenso, si lo haces luego de las 6 pm, será a oscuras pero verás a Caracas en su máximo esplendor, a lo lejos, sin la bulla, sin la delincuencia y en paz.
Durante todo el trayecto piensas qué sucedió con el parque, qué sucedió con el país, ¿Por qué no puede funcionar todo?, ¿Por qué no puede funcionar algo?. Comienzas a responderte y a sacar conclusiones con más interrogantes, ¿será que no vieron las fallas?,¿será que las ocultan?, ¿será que a quien está a cargo le mienten y ese deterioro no se ve a simple vista?. Pero luego lo inevitable, te encuentras con la valla que te da la bienvenida al parque, se encuentra a la vista de todos y con luces de neón, se puede leer “Venezuea”… En ese momento te das cuenta que sigues en revolución y que los problemas están a simple vista.
Román Camacho/LaPatilla.com