Maximilien Sánchez Arveláiz no se ve ni suena como un estratega socialista endurecido, enfrentado al gobierno de Estados Unidos.
Por FRANCO ORDÓÑEZ / El Nuevo Herald
En vez de un uniforme militar constelado de medallas, el joven diplomático venezolano usa trajes de marca y espejuelos antiguos. Su conversación no está salpicada de ataques vitriólicos al imperialismo yanqui, sino de referencias a la cultura popular y la televisión estadounidense.
Pero Sánchez Arveláiz, de 43 años, está en el mismo centro de una de las relaciones más acerbas en el Hemisferio Occidental. Durante el último año y medio, Sánchez Arveláiz ha estado trabajando entre bambalinas para tratar de restablecer relaciones funcionales con funcionarios de EEUU.
No ha sido fácil.
“Es como cuando estás en el avión, y cada cinco minutos tienes que volverte a abrochar el cinturón de seguridad debido a las turbulencias de los dos países”, dijo Sánchez Arveláiz durante una entrevista en la embajada de Venezuela.
Estados Unidos y Venezuela no han tenido plenas relaciones diplomáticas desde el 2010, cuando Venezuela se negó a admitir al recién nombrado embajador estadounidense. Estados Unidos siguió su ejemplo y expulsó al representante de Venezuela en Washington.