Yo hablaría, en primer lugar, del sustantivo “guerra”, por muchísimas razones sinónimo de horror, y por tal, abominado, repelido y exorcizado por un mundo hedonista -y reacio a la responsabilidad- que piensa que, si no se pronuncian, no existen los fenómenos.
Y sin embargo, la guerra está ahí, nace, crece, se enrosca y produce cataclismos como los del ISIS, que tiene de cabeza al Medio Oriente y amenaza las frontera de Europa.
Otra palabra rechazada es la de “catástrofe” que, cuando se adjetiva con la extensión de “humanitaria” pasa ya una suerte de diccionario de la “inadmisibilidad” donde no se escribe, anota y observa.
El introito es para aterrizar en “la catástrofe humanitaria” que se vive en Venezuela, una tragedia que se sufre día a día, hora a hora, y minuto a minuto, pero sin que nacionales ni extranjeros se atrevan a enfrentar el horror.
Y sin embargo, se muere gente en Venezuela por falta de alimentos, se muere por falta de medicinas y servicios médicos, y se muere por que el “Estado Fallido” y “Forajido” que preside Maduro no está en capacidad de proteger a los ciudadanos contra las bandas de asesinos y criminales que infestan el país.
Hacía la desnutrición extrema y la depauperación extrema viaja Venezuela y por culta de una élite corrupta de civiles y militares que gastan 17 años experimentando con un fracaso, el fracaso del socialismo.
Se muere Venezuela, se enferma día a día, las muertes por bandas criminales ya alcanzan record mundiales, y ni trabajo, ni propiedad, ni producción, ni ningún bien de la vida civilizada permite prever que el país creador de la libertad de América, se pueda recuperar en el corto plazo.
Hay una catástrofe humanitaria en Venezuela y ya es tiempo que la comunidad nacional e internacional se olvide de “lo políticamente correcto”, llame la cosas por su nombre, declare la Catástrofe Humanitaria y hagan algo por ayudarnos. Por salvarnos.