El fundador de Wikileaks, Julian Assange, está dispuesto a salir el viernes de la embajada ecuatoriana en Londres y entregarse si un panel de la ONU dictamina que su detención es legal, dijo este jueves en una declaración.
En la eventualidad de que la ONU anuncie “que he perdido mi caso contra el Reino Unido y Suecia, deberé salir de la embajada (de Ecuador en Londres) al mediodía del viernes para aceptar la detención por la policía británica, ya que no parece posible una apelación”, explicó.
“Sin embargo, si gano, y se concluye que los Estados parte actuaron ilegalmente, espero que me devuelvan mi pasaporte y acaben las tentativas de detenerme”, concluye el comunicado.
Assange presentó en 2014 una demanda contra Suecia y el Reino Unido ante el Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de la ONU denunciando que su confinamiento en la embajada ecuatoriana (de la que no puede salir porque el Reino Unido le niega un salvoconducto a Ecuador, que le concedió asilo) constituía una detención ilegal.
El fallo del panel no es jurídicamente vinculante, pero en general los Estados los aceptan. La asociación Justice for Assange, que pide la libertad del australiano, sostiene que sus dictámenes influyeron en la liberación de la opositora birmana Aung San Suu Kyi y el periodista del Washington Post Jason Rezaian, que estuvo detenido en Irán 18 meses.
El australiano, de 44 años, se refugió en la embajada ecuatoriana en Londres el 19 de junio de 2012 después de agotar todos los recursos en contra de su extradición de Gran Bretaña a Suecia, donde ha sido acusado de violación, cargo que Assange ha negado.
Assange teme que Suecia lo entregue a Estados Unidos, donde podría ser procesado por haber revelado documentos diplomáticos estadounidenses en la página web WikiLeaks.
El australiano creó Wikileaks en 2006, y desde entonces la organización ha filtrado 500.000 documentos militares confidenciales sobre las guerras en Afganistán e Irak y 250.000 cables diplomáticos, en los que abundaban comentarios insultantes a dirigentes locales, que han irritado a Estados Unidos.
La principal fuente de estos documentos, el soldado estadounidense Chelsea Manning, fue condenado a 35 años de cárcel por violar la ley de espionaje.
– Un encierro muy caro para Londres –
WikiLeaks afirma que la manera en que Suecia ha manejado el caso es una “mancha negra” en el historial de derechos humanos de este país.
Tras años reclamando que Assange fuera a Suecia a declarar por los delitos sexuales de los que es sospechoso, la fiscalía sueca llegó en 2016 a un acuerdo con Ecuador para ir a interrogarlo a la embajada.
Antes, en agosto de 2015, Suecia anunció que dos de los delitos de los que era sospechoso -acoso sexual y coacciones- habían prescrito, aunque sigue en pie el más grave, el de violación. En este caso, la prescripción se producirá en 2020 si no se lanza hasta entonces un procedimiento penal.
Hace más de tres años y medio, y después de una serie de apelaciones para no ser extraditado a Suecia, entró en la embajada y, durante gran parte de ese tiempo, la policía británica instaló un fuerte dispositivo de seguridad para detenerlo si salía.
Finalmente, en octubre de 2015, la policía abandonó la vigilancia física de la embajada, precisando que seguía “comprometida en ejecutar la orden de arresto” del fundador de Wikileaks.
Según Wikileaks, el precio de la vigilancia ha sido hasta ahora de casi 14 millones de libras (20,5 millones de dólares, 18,4 de euros), suficiente para pagar “11,5 millones de comidas para los necesitados”, según cálculos de los defensores de Assange.
El alto coste de la vigilancia y la aparente falta de avances para resolver la situación llevó al ministerio de Relaciones de Exteriores británico a convocar al embajador ecuatoriano en octubre para expresarle su “profunda frustración” por el encierro de Assange.
La embajada ecuatoriana es pequeña, ocupa un par de pisos en una lujosa zona, cerca de los famosos almacenes Harrods, pero recibe poca luz porque una gran parte da a un callejón sombrío.
Además, Wikileaks ha denunciado repetidamente que las comunicaciones de Assange están siendo espiadas.
La habitación en la que vive está dividida en una oficina y una sala de estar. Tiene una cinta para hacer ejercicio, una ducha, un microondas y una lámpara de rayos ultravioleta.
Hay unos balcones a los que Assange se ha asomado sólo en unas pocas ocasiones, porque teme por su seguridad. AFP