A veces mi nada es bastante sustancial.
Rendijas
Da para mucho esta palabra.
Paradójicamente (y vaya que habrá paradojas en este ensayo) al invocarla hay que llenarla.
Henri Bergson consideraba el concepto como “invisible motor de la especulación filosófica”. La nada es tan invisible que revela todas las cosas, es tan inmaterial que les da peso y volumen y a veces forma.
No hay, pues, tópico más vasto. Es un punto sin diferencia entre lo uno y lo mucho. También entre el todo y la nada.
Se suele señalar a Parménides (vivió en Grecia hacia el siglo V aE), como el primer pensador con una consideración concreta acerca de la nada.
Al parecer la despachó con este razonamiento: Sólo se puede hablar del ser. La nada es no-ser, por tanto no es real, ni siquiera como concepto. Brillante, la nada es incomprensible, inaccesible, desde el antropocentrismo resulta irreal, no existe. Next!
Ah, pero el infinito y la nada son cuestiones que aprehendemos, o creemos aprehender y eso parece bastar para que el conocimiento humano (limitado) se enfrente a lo estrictamente indecible.
Y lo insólito es que sigue siendo poco para la ambición intelectual del ser humano. “El hombre es la medida de las cosas”, al decir de Protágoras pero también es “la medida de la ambición” de modo que los conceptos empaquetados y archivables llegan a no satisfacernos. Vamos por el gran descubrimiento que, a decir verdad, a veces se aleja tanto que no ocurre u ocurre.
Surge el deseo de conocer “la cosa en sí”. ¿Es la nada algo cuya “cosa en sí” podamos definir o conocer? ¿O un mero concepto? ¿Qué puede más: las limitaciones o las ambiciones humanas?
Blas Pascal pregunta y se responde: “¿Qué es el hombre dentro de la naturaleza? Nada con respecto al infinito. Todo con respecto a la nada. Un intermedio entre la nada y el todo.”
Un boceto de la relatividad. Noten que dice: “Nada con respecto al infinito”. Se anulan, se igualan. Lo “mucho” quizá es lo “poco” visto desde otra perspectiva. Lo poco con la distancia se deshace y desaparece. Queda la palabra (mucho) pero el espacio que llenaba ahora es cero. La “nada” sería lo que no se piensa. Una tesis vitalista, muy pragmática.
Como me gustan las tesis que no tienen utilidad práctica, pues sigue la búsqueda…
Para Martin Heiddegger (un filósofo alemán que escribe mucho y al que se le entiende poco) la pregunta fundamental de la metafísica es: “¿Por qué el ser y no más bien la nada?” La nada es más probable, más definitiva, más extensa. ¿Por qué se molestó su quietud con galaxias, luz, sonidos, usted y yo?
Jean Paul Sartre, existencialista del siglo XX, escribió un libro muy largo (que sólo un adolescente muy obsesivo o loco se lee) llamado El ser y la nada (1943).
Una profunda depresión por la II Guerra Mundial hizo que una generación de filósofos se volcara hacia el absurdo, la incertidumbre y lo indecidible como fundamento de la realidad.
Según recuerdo, para Sartre la nada es una especie de “materia oscura” filosófica, algo que no se registra pero que ejerce un peso gravitatorio definitivo sobre nuestro universo. Justo lo que ocurre con la energía oscura en el cosmos conocido: los astrofísicos estiman que un tercio o más de la masa del universo conocido implica energía que no se puede captar. Los efectos que produce en el espacio-tiempo permiten conocerla “por ausencia”, como si viésemos la impresión 3D de algo que no está.
Según mi lectura, la nada de Sartre es más semántica y psicológica que metafísica. La nada, en su obra, es la ausencia. La no presencia de cualquier cosa. Para ser ultrageeks: Es una “nada transfinita”, a diferencia de la energía oscura del universo físico conocido, que es numerable. (Ver Pedazos de infinito).
Las cosas ocurren y luego se hacen conocimiento. Por eso la existencia precede su esencia, el que ocurra primero y luego se articule mentalmente. No hay signos ni consignas previas. La libertad producto de esta fenomenología es inevitable. No tiene que ver con la nada pero lo menciono para que vean lo que genera este concepto en mentes inquietas y fértiles.
Mientras escribía estas líneas vi la película Black Swan (2010) en TV. En la última escena alguien muere y la cámara hace zoom in a los ojos abiertos de quien fenece. Un estallido al blanco, un fadeout a mucha luz. Al contrario, en Mulholland Drive (2001) del controversial David Lynch, la muerte es un fade out a negro. Coherente con el autor, por cierto. Recuerdo que en All that Jazz (1979), esa felliniana película de Bob Fosse, la muerte corona la penúltima escena en un corte seco. Tres escalas: la muerte a blanco, a negro y en colores.
Quizá el “no ser” tenga que ver con gradación: de una presencia total a una ausencia total.
Niveles de nada, naderías intermedias. El negro es el ser. El blanco es la nada y los grises son el abanico de desvanecimiento del ser hasta ya no estar o estar ausente.
Ahora bien, por qué no al revés. Del blanco al negro. ¿No es nada algo como sin luz? En blanco habría saturación de luz, es decir, de partículas: fotones. A M.C. Escher le hubiera encantado: blanco y negro son igualmente ineptos para representar la nada o igualmente aptos. Si el blanco y o el negro son esencias, las escalas de gris son la existencia: nuestro domicilio real. ¿Recuerdan a Sartre?
Aquí acudo a la obra de Anita Pantin, artista venezolana que gusta jugar y conjugar fractales vistos desde adentro. Le pregunté si tenía algo aunque fuese remotamente relacionado a la nada. Me envió este video. Un “loop” lo llama ella, una corta continuidad.
Seinfeld
Quizá la mejor serie de TV de todos los tiempos (si me preguntan), la historia de unos amigos centrados en sí mismos, neuróticos y extravagantemente cómicos es, dicha por sus creadores y repetida en algunos capítulos, “un show acerca de nada”. A George Costanza se le ocurre esa idea hablando con Jerry en la cafetería. “¿Quién dijo que hay que tener una historia o argumento? (…) Este es un show acerca de nada. Todo el mundo anda haciendo algo, ¡nosotros haremos nada!”
Aquí les dejo el principio filosófico de esta joya de la comedia y lo pongo meramente como un divertimento (en inglés):
Uno puede decir “la nada de algo” y no estar loco.
El escritor argentino Alejandro Lanús expresa: “Si pienso en la nada, ya no existe la nada.” Desde que se invoca, evoca o formula… nace como el monstruo de Mary Shelley. Una entidad fuera de nosotros, con su propia agenda.
Ahora, lo que siento de este pequeño experimento ensayístico es que en una época nominalista en la que la representación es tan o más importante que lo representado, la nadaes un concepto funcional. Sirve para borrar lo que no interesa.
Aún más, en la llamada “sociedad de información”, la nada quizá no connota, pero sí denota, tiene un peso semántico poderoso. Un ejemplo: en el sistema binario (0 y 1) del 2 hacia arriba es nada. El famoso conjunto vacío que todo ex bachiller recuerda.
Dicho de alguna forma: la “nada de nada” no sirve. Solo funciona la “nada de algo”. El concepto que la define aunque el número de elementos del conjunto sea igual a cero. Conceptos como la “nada” son 100% del dominio público del planeta Tierra, feeware, shareware, pero muy poca gente lo analiza o lo desarrolla.
¿Es la muerte la nada?
Los agnósticos, los ateos e incluso algunos místicos equiparan la muerte con un estado en el que no hay identidad, ni conciencia, ni energía. Según existencialistas y nominalistas, no hay esencias previas y la nada, pues, es un poderoso concepto y ya.
A nadar (poema)
Necesito un poco de paz. El mar y mi soledad sobre su fondo, eso ayuda. La oscilación del agua al nadar doblemente, ello es crear espuma y sucumbir a la nada. Eso también.
Luego soltarme, no hay otra, dejarme llevar como la barcaza sin amarras. Chapotear de espaldas, arriba la Negra Noche y que a su vez la cinta sideral salga y se oculte cual marquesina estelar. Eso, me parece, tiene que servir de algo.
El horizonte de noche está ahí mismo.
Es un precipicio detrás de la playa que ya es invisible entre la bruma de las seis.
De madrugada tampoco es que se vea el rompiente espumoso, pero mucho menos el mar contiguo. Una oscuridad ahí-mismo, sin lejanía.
Ver eso, desde una montaña, suele ayudar… mucho.
Cierto dandismo es bienvenido, una copa de algo, estar recostado, mirar las estrellas (porque en la ciudad las olvido) simplemente recordar que puedo, eso produce cosas.
¿Qué cosas?
Cualquiera. Ninguna.
En el retiro más bien necesito inicios, luces verdes y estrictamente de cualquier color.
Echo a andar una cosa, dejo que siga y me detengo, mi mano toma un borde de la piscina, mis piernas por supuesto se van en la inercia… hasta un punto.
Las ondas de agua siguen como las cosas que echo a andar, yo me anclo pero ellas continúan hasta que se deshacen de distancia.
Haz un barco y suéltalo al mar sin tripulación para que se pierda en la lejanía que viene con redondez del mundo y todo, desde aquí por supuesto, desde esta repisa en la montaña que, me parece, facilita cosas.
¿Qué cosas?
Ninguna en especial pero todas o cualquiera.
A nadar…
Textes pour rien
Hablando de influencias literarias, Samuel Beckett fue importante en mi vida para pulverizar el lenguaje. Para ir desde las cosas a la nada misma, a la disolución. Su escritura fragmentada, profusa en comas, su desesperante inopia y repetición me atraparon: un voluntario encogimiento, un desensamblaje del discurso. Quizá una preparación para la muerte.
En Textos para nada (Textes pour rien, 1983) dice que “Cada palabra es como una innecesaria mancha en el silencio y en la nada.” Hay que escribir mucho para no necesitar escribir. Hay que llegar de la palabra al silencio.
Si todo, o mejor dicho, nada es solo un entuerto lingüístico, entonces Beckett cierra con broche de oro: “La expresión de que no hay nada que expresar, nada con qué expresar, nada desde lo cual expresar, ningún poder para expresar, ningún deseo de expresar… junto a la obligación de expresar.”
Obligados estamos a la libertad (según Sartre) y a la expresión (según Beckett).
Naderías
El hombre, cuando es solamente lo que parece ser el hombre, casi no es nada.
Antonio Porchia
Para que nada nos separe, que no nos una nada.
Pablo Neruda
La nada existe antes que el amor, pero el amor la crea.
Juan Gelman
No vivimos en la nada, pero de alguna manera la nada vive en nosotros.
Guillermo Cabrera Infante
¿Es el Todo la nueva Nada?
Mi maestro y amigo Daniel Medvedov la enfrenta así, en su libroArquetipología:
Una de las variantes del principio de Verdad es la idea de TODO. Se opone el TODO a la NADA, por un malentendido de principios, como también la VIDA se opone a la MUERTE. De hecho, La NADA es un contraprincipio, en antiarquetipo del TODO, principio al se le opone para denigrarlo y opacarlo. (…)
En ESO encontramos la figura metafórica de la unión de los dos símbolos, el ALGO y el VACÍO. La COSA es el prototipo del TODO, el único modo palpable de entender la noción trascendente de la totalidad. (…) Debemos acostumbrarnos al uso de estos operadores, para salir de las impropias asociaciones que hacemos cada día cuando oponemos el Todo a la Nada.
Hay teogonías completas cuyo origen es al menos un vacío. La judeocristiana, por ejemplo, la que más ha moldeado este lado occidental del mundo, parte de un espacio inocupado que muchos teólogos equivalen a la nada. “Dios creó el universo de la nada”. ¡¿Cómo es la cosa?!
Sartre rebate la idea de un creador, basado en el mismo principio de “creación desde la nada”. Si la nada es la ausencia de ser, Dios ya existía junto a ese no ser. Y no poder ser nada también es problemático para Dios, según el filósofo, y trata de demoler la teología cristiana. Ese Sartre…
Para Buda hay un plano del ser que llama el “Ámbito de la Nada”, pero lejos de ser una ausencia, es una especie de singularidad espiritual, una potencialidad que puede transformarse en algo. Yo diría que un vacío potencialmente capaz de convertirse en energía y en vida. ¿Cómo? Si “colapsa”o si “nace”, para el budismo. Buda la describe como: “Un estado no nacido, no originado, no hecho y no condicionado”.
Derivo que quizá la nada es peligrosa si se toma demasiado en serio. Hay que enfrentarla con un carácter más que “lúcido”, “lúdico”, juguetón. No es burla, ni ligereza, es la protección que el buen humor nos da frente a lo que suele enloquecer por inescrutable.
¿Lo ven ahora? Lo importante no es llegar a una conclusión porque no la hay… O si la hay es suya. Sólo nadas parciales, semánticas, contrapuestas a realidades presentes, creadoras y destructoras. Una elección que no podemos evitar. Quizá lo provechoso es el juego mental de examinar posturas, de ponerle colores, de adivinar quién lo dijo mejor… y explorar convicciones o al menos la curiosidad intelectual. Porque quien no conoce la nada, lo ignora todo.
Y esto se los dice alguien que es Noda, es decir, casi Nada.
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