Los taconeos hacían temblar las gradas y los pañuelos blancos y amarillos -colores del Vaticano- se agitaban en el aire; la emoción cultivada en el Aeropuerto de México finalmente provocó una explosión de júbilo cuando el papa Francisco se asomó por la puerta del avión.
El fervor de los gritos de entusiasmo mitigaba el frío que recorría el hangar presidencial, donde a las 19.30 hora local (01.30 GMT del sábado) el público veía recompensadas sus horas de espera.
El clamor que pedía la bendición, proferido por los asistentes desde que el pontífice salió de la aeronave, se hizo más fuerte hasta que Francisco se desvió de su camino por la alfombra roja de la pista para acercarse a las gradas para bendecir al público.
Fue el momento que coronó el entusiasmo que los mexicanos desprendían por la llegada del que es el primer papa latinoamericano, que permanecerá en el país hasta el 17 de febrero.
Horas antes, sombreros, paraguas, gorras, cartones y papeles fueron objetos imprescindibles para burlar el intenso sol que bañaba las gradas.
Las olas y los gritos espontáneos, especialmente de los más jóvenes, se sobreponían a las canciones utilizadas como telón de fondo para la espera.
El tema “Luz”, que más tarde dio la bienvenida al papa, así como las composiciones preparadas por los distintos estados que recorrerá Jorge Bergoglio, se interrumpían por cánticos como “Esta es la juventud del papa” o “Francisco, hermano, ya eres mexicano”.
“Lo esperamos muy emocionados, con fe y alegría”, dijo a Efe Magdalena, una de las asistentes, poco antes de la llegada. Con su sobrino en brazos, opinó que este encuentro es una oportunidad para que los mexicanos “mejoren como personas y como seres humanos”.
Una visita del papa “deja al pueblo muy motivado”, expresó por su parte María Magdalena, que aferrada al brazo de su anciana madre Enny se disponía a sentarse en su lugar en las gradas.
Ellas recuerdan vivamente los viajes de Juan Pablo II y aprecian que un hombre tan “inteligente y lleno de amor” como Francisco venga, a pesar de que la expectación a nivel nacional “ha bajado un poquito”, porque México “era antes un país totalmente católico” y ya no.
Pese a estar apartado en un rincón contemplando el vaivén de la gente, era imposible que, con su traje de charro blanco, Francisco pasara desapercibido. Este tocayo del papa es uno de los mariachis pertenecientes a la agrupación de la Secretaría de Marina que ha amenizado la espera, en la que no han faltado la música y el baile tradicional mexicano.
Pasados pocos minutos desde que terminara su actuación, la tercera que realiza en una ceremonia de bienvenida a un pontífice, este otro Francisco comentó que participar “es un honor, porque (el papa) es un gran personaje, de los que en la actualidad se están perdiendo”.
La noche iba cayendo y el Ballet Folklórico de México se preparaba para rematar la espera. Detrás de las gradas, Carlos, uno de sus componentes, se cambiaba apresuradamente para enfundarse en su vestimenta prehispánica.
Al preguntársele si sentía nervios, replicó “Demasiados”, porque llevaban un mes preparando la coreografía, diseñada específicamente para el evento y que conjuga bailes de todos los rincones de la geografía mexicana.
Cuando Carlos salió al escenario junto a sus compañeros para trazar los alegres bailes de estados como Michoacán, Jalisco y Veracruz, comenzó la cuenta atrás.
En el momento en que los integrantes del Ballet se alinean en el escenario y suenan los primeros compases de “Cielito lindo”, el público se pone de pie.
El avión del papa, coronado con las banderas de México y El Vaticano, empieza a asomar por el hangar, los cuellos se estiran y los teléfonos se alzan: nadie quiere perderse el momento en que el pontífice baja por la escalinata y pise, por primera vez, tierras mexicanas. EFE