El pasado jueves la Asamblea Nacional aprobó por unanimidad la Ley de del Bono de Alimentación para Jubilados y Pensionados y esa misma noche Maduro anunció que para eso no hay recursos. Aparte de evidenciar las fisuras y contradicciones en el bando oficialista, este tipo de posturas insensibles obliga a preguntarnos ¿cuál es la función objetivo que maximiza el gobierno? Es falso que no se pueda hacer justicia con los jubilados y pensionados debido a los bajos precios del petróleo, pues con un adecuado conjunto de políticas se puede conseguir el financiamiento necesario para reactivar el aparato productivo sin comprometer la protección social, así que, más que poder, es una cuestión de querer, lo cual nos lleva al punto de los objetivos de política.
En países democráticos se presume que los gobiernos maximicen el bienestar de la mayoría de la población sin infringir los derechos básicos de las minorías, en parte sobre la base de principios ideológicos y en parte por simple cálculo político, en un contexto donde periódicamente se debe consultar al elector. Claramente, esa no es la función objetivo de Maduro, cuyos tres años largos de gobierno han devenido en un esfuerzo sistemático por empobrecer a la población, a contrapelo incluso de los reiterados llamados a la rectificación hechos desde el oficialismo. Por otra parte, desde una perspectiva más cínica sobre el ejercicio del poder, se asumen que los gobernantes simplemente tratan de maximizar su permanencia en el poder sujeto a las restricciones impuestas por el marco legal, la correlación de fuerzas en la coalición gobernante y el apoyo popular. Este tampoco parece ser el caso de Maduro, quien viene traspasando cada vez más los límites de la legalidad, alienando a una proporción cada vez mayor de sectores del oficialismo y rebanando sin prisa pero sin pausa su base de apoyo popular, por no hablar de su reputación internacional. Maduro opera como si no hubiera mañana. ¿Cómo se explica una conducta que en términos convencionales luce irracional?
En este punto, debe uno apelar a la llamada navaja de Ockham, el principio metodológico según el cual, en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta. En este caso, la explicación más sencilla, la más consistente con lo que todos observamos, es que el gobierno de Maduro busca simplemente maximizar el flujo presente de recursos que fluyen a Cuba y todo lo demás se ajusta a ese objetivo de política. Un mes más, una semana más, un día más de petróleo gratis es todo lo que le importa al gobierno cubano, enfrascado en su capitulación frente a Estados Unidos, y en función de eso dicta instrucciones a sus agentes. En este caso, un agente sin arraigo, acostumbrado a mentir sobre su pasado y adoctrinado en la isla, lleva al país al despeñadero. Solo así se explica la obstinación en el modelo errado, los oídos sordos ante los llamados a la rectificación, la insensibilidad ante la tragedia humana desatada y el rechazo a los caminos que se le han abierto para su supervivencia política. Si uno asume que al país lo gobierna una agente de una potencia extranjera, entonces la lectura de estos últimos tres años, y de los últimos dos meses en particular, se torna sencilla. Armado ahora con un írrito Decreto de Emergencia, su “plan económico” es seguir con la farsa mientras se pueda, exprimiendo poco a poco a Venezuela para beneficio de su patria adoptiva. De esoya no quedaduda.