El viento se hace espacio por una sola ventana abierta. Hay calor. Un colchón desnudo es el mejor espacio que encuentra Yendri Jesús Sánchez González para mostrar su alma con sinceridad. Él es famoso por burlar la seguridad en no menos de 10 eventos grandes en Venezuela.
En esa casa, del barrio BJ, entrada norte de Ciudad Ojeda, Costa Oriental del Lago, sobrevive quien burló siete anillos de seguridad presidencial para sabotear la toma de posesión del actual mandatario, Nicolás Maduro. La dueña del inmueble, anónima, le da cobijo al muchacho cuya vida ha estado marcada por la pobreza, la burla, la enfermedad.
Cuando Yendri era un adolescente comenzó una competencia ingenua con su primo Juan Salas: medir fuerzas sobre quién podía colearse más en eventos masivos. Juan lo apabulló al comienzo, hasta que Yendri lo sobrepasó con creces. De sus 28 años, ya tiene 12 con sus espontaneidades.
Hizo su “debut” interrumpiendo a Servando y Florentino, en Caracas. Luego, se montó en la pila 21 del Puente Sobre el Lago, por siete horas, recibiendo, del gobernador de turno, 10 mil bolívares tras pedirle ayuda.
Después, abrazó a Messi en la Copa América. Y le quitó la corona a Dayana Mendoza en el Miss Venezuela, haciéndose pasar por estilista de miss Zulia.
“¡Maracucho loco! ¿Quién te paga para sabotearme?”. Le increpó Osmel Sousa, tras bastidores, virando sus ojos. En cada Miss Venezuela la seguridad tiene como prioridad detectarlo.
Por dos años consecutivos se lanzó en interiores al terreno donde las Águilas del Zulia jugaban en honor a la virgen de Chiquinquirá. Le arrebató la cadena a Chayanne en una presentación, joya que vendió en 25 mil bolívares y le sirvió para comprar un televisor “grandote” de plasma, un DVD, y una laptop, ropa, zapatos y comida. Todo se lo llevó el Sebin en un allanamiento a su rancho. “No devolvieron nada. Se robaron todo”, dice.
A Tito El Bambino se le montó en el andamio del estadio Luis Aparicio. Asustó a Hugo Chávez, Henrique Capriles y Manuel Rosales en sus cierres de campaña. Se acercó a Chávez haciéndose pasar por escolta, en un acto.
“Hablamos con él y dijo: ‘Hay que ayudar a estos muchachos’. Y lo hacía. Cuando él venía al Zulia, como sabía que podíamos burlarle la seguridad, mandaba al Sebin a nuestras casas. Nos montaban en los carros, nos sacaban a pasear, nos daban comida, nos entretenían, y a mamá le daban dos mil bolívares. Cuando los escoltas presidenciales llamaban al Sebin para decir que Chávez estaba montado en el avión para irse, los muchachos del Sebin nos regresaban al rancho (a su primo Juan Salas y a él). Era la manera que encontraron para controlarnos. Pero Maduro, no. Él fue mi pesadilla”.
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