No hay derecho que un país se halle en una circunstancia tal que toda su energía sea para encausar el ahora y no el después. Y eso es a lo que nos tienen sometidos. Nos encontramos en un limbo según el cual no trabajamos el presente porque estamos pendientes de que nos pasara el futuro. Y nada pasa en una espera interminable. ¡Menuda vaina!
Suponemos, de acuerdo a todos los rumores en las redes sociales, que a Maduro le quedan horas en el poder, no semanas ni días. Eso ha elevado el nivel de ansiedad de los venezolanos a extremos exorbitantes. Pero las horas pasan y no se ha ido.
De acuerdo al Presidente de la Asamblea Nacional (ver Ramos Allup aseguró que grupos militares y del PSUV conspiran contra Maduro, en http://www.el-nacional.com/politica/Ramos-Allup-PSUV-conspiran-Maduro_0_794920721.html) existen grupos militares y en el partido del gobierno empujando por la renuncia de Maduro, pero al parecer no lo están haciendo muy bien porque aun seguimos en esta espera interminable.
Pero lo que realmente motiva esta nota no es tanto la desesperación que no haya nada en los mercados, ni en los puertos, ni siquiera en las órdenes de compra internacionales que no se suplen si no se paga por adelantado. No. Es que no habrá nada de eso hasta que Maduro se vaya. Y no se quiere ir… ¿Y entonces? El juego esta trancado.
Ningún proveedor internacional dará a nadie de este país una línea de crédito (salvo que sea bolichico, o narcogeneral, o cualquier cosa de esas relacionada con el régimen), ni ningún país ayudara a Venezuela hasta que esta situación política termine, o ningún organismo internacional acudirá en nuestro auxilio económico hasta que algún responsable cuerdo del Ministerio de Finanzas explique cómo es posible que este país quebró después de haber recibido la mayor bonanza petrolera en todos nuestros años de historia.
Al no existir un gobierno vertebrado que entienda que significa eso, simplemente no habrá ayuda de ningún tipo. Y los venezolanos moriremos de mengua porque Nicolás Maduro y su gobierno no saben que es un Estado ni cómo conducirlo. Si nunca supo conducir un autobús siendo más joven, porque siempre se hallaba todo el tiempo de reposo en el Metro, mal podría después de viejo conducir los destinos de Venezuela.
¡Y lo más triste de todo eso es que nuestra oposición oficial todavía se conduce como si ellos supieran de qué se trata! Henry Ramos Allup les daba clases de Derecho Penal al explicarles a los castro-chavistas-maduristas la Ley de Amnistía en la Asamblea Nacional. ¡Pero es que no es solo eso! Hay que darles clases de demasiadas cosas, comenzando por la principal lección: no te puedes robar los reales de la gente si pretendes gobernar un país. Pues ellos lo hicieron a manos tan llenas que lo quebraron.
Me estremeció la definición de Venezuela que hace Rafael Vegas luego de la muerte de Juan Vicente Gómez, desde la perspectiva de un psiquiatra: “Tenemos pues que Venezuela es un país histérico sometido a una repetición infernal. Nuestra mayor pobreza es carecer de una verdadera historia de nuestro empobrecimiento…. ¿Qué hacer entonces? No se imagina cuanto sufro con esta pregunta. Creo que he llegado a desarrollar una paranoia contra la política, por reconocer en ella nuestra faceta más histérica. He visto a mis compañeros totalmente acaparados por la política, hasta el punto de olvidar que se encontraban en Europa y que debían aprovechar su permanencia para tratar de prepararse técnicamente en cualquier cosa. Los oigo hablar de lo que hace falta, de lo que hay que hacer, de lo que hay que llevar a Venezuela, pero ninguno trata de adquirir el mínimo de conocimientos para intentar suplir las deficiencias que reconoce. Observo como las nulidades, los incapaces de adquirir por un trabajo serio y prolongado la más simple herramienta de trabajo, se convierten de la noche a la mañana en personajes importantes que lo saben todo, que tienen soluciones para todo, que todo lo pronostican. La mayor parte de mis compatriotas carece de la preparación intelectual para hacer el más insignificante trabajo de asimilación, de digestión de adaptación. Y todo esto lo he percibido porque lo he vivido…” (1)
Y yo me pregunto, ¿ha cambiado en algo esa perspectiva desde ese entonces? Desde el punto de vista de los incapaces, eso no ha cambiado en nada. ¿Cómo dejamos que las nulidades, los más incapaces condujeran nuestro país? La repetición infernal de la que habla Rafael Vegas al parecer nos sigue demoliendo, pero en esta oportunidad en proporciones catastróficas.
Desde 1935 a esta parte Venezuela ha cambiado mucho por fuera pero no por dentro. Pudimos tener más escuelas, universidades y más recursos pero seguimos siendo en el fondo el mismo pueblo. Un tiempo con mucho dinero y ahora sin ninguno. La esencia cultural sigue siendo la misma. Seguimos comportándonos de las mismas maneras, como si siguiéramos un patrón que no podemos cambiar. Mucho de lo dicho por un individuo estudiado de su tiempo como Rafael Vegas gravita todavía sobre nosotros, aunque el número de venezolanos con formación haya crecido. Esa pregunta sobre qué hacer sigue sin responderse…
Tenemos una teoría sin comprobar todavía que pone la solución en la construcción de ciudadanía responsable. Pero eso pasa por entregarles responsabilidades a las personas. Bajar el poder al ciudadano común. Y digo sin comprobar porque si no inventamos y erramos no aprenderemos. Razón tenía el Maestro Simón Rodríguez. El sistema actual se basa en un Estado todopoderoso que decide por el ciudadano. Un Presidente con unos pocos personajes a su alrededor que decide por todos nosotros que es lo bueno y que es lo malo, y que elegimos cada cierto tiempo.
Tiene la chequera del país y sus designios son irrebatibles. Desde el comienzo de los tiempos republicanos ha sido así y no hemos querido cambiarlo. Por supuesto, hay intereses que fuerzan a que esa manera de administrarnos continúe siendo así. Muchos se han hecho ricos con eso, pero también muchísimos más se han empobrecido con eso en el transcurso de nuestra historia.
El Proyecto País Venezuela (http://proyectopaisviaconstituyente.blogspot.com/) es un intento por hacer las cosas diferentes para comenzar el duro tránsito de construir ciudadanía. Para ello se plantea cambiar. Sí, cambiar lo que hemos hecho hasta ahora por otra manera de hacer las cosas. Usar eficiente e inteligentemente los recursos que tenemos como pueblo, minimizando nuestra tendencia natural de querer a un jefe que nos resuelva.
Para ello planteamos un nuevo Pacto, una nueva estructura constitucional que baje el Poder a los ciudadanos y los haga responsables. ¿Qué es difícil? ¡Muchísimo! Pero cualquier Constitución que hagamos en esa dirección será beneficiosa. No tendremos una perfecta pero si encaminada a que lo sea. Y tal vez, solo tal vez, las nuevas generaciones nos agradecerán que las encaminemos hacia un mejor futuro, solamente rompiendo la histérica repetición infernal que nos ha traído hasta aquí…
Caracas, 23 de Febrero de 2016
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(1) FALKE, de Federico Vegas, ISBN 978-980-293-621-2, 4ta. Edición, 2010, Págs. 449-450, Caracas-Venezuela