Los escenarios del país: ¿Saldrá humo blanco?

Los escenarios del país: ¿Saldrá humo blanco?

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Ha quedado demostrado con mucha evidencia que a los venezolanos y venezolanas les gusta votar en los procesos comiciales. El 6 de diciembre pasado fue contundente la participacio?n. Cerca del 74 por ciento de inscritos en el registro electoral permanente acudieron a los diferentes centros de votacio?n ubicados a lo largo y ancho del pai?s para depositar sus votos.

En un estudio realizado por el Centro Gumilla en 2010 denominado “valoraciones de la democracia venezolana” los resultados arrojaron la importancia que se le da al voto en nuestra sociedad. De eso no cabe la menor duda, pero hay que destacar que asi? como “no solo de pan vive el hombre” tampoco del voto vive la democracia.





No es suficiente para un sistema poli?tico que se precie de serlo, que sus ciudadanos acudan a votar cada cierto tiempo y luego se olviden del funcionamiento de las instituciones. Y menos aun cuando el voto se ha convertido en una especie de mecanismo automatizado que socava profundamente la conciencia individual para ejercerlo. Y es que, de cada diez venezolanos que votaron el 6 de diciembre de 2015, nueve lo hicieron de la forma “seleccionar todo” que significa un “entubamiento formal” del voto sin que se consideren los contrastes y las reflexiones necesarias para “nominalizar” la participacio?n.

Por cierto, en Venezuela, durante los setenta y ochenta se desarrollaron grandes luchas sociales para promover el “voto nominal” que daba al traste con el entubamiento que el sistema electoral de la e?poca aplicaba con la votacio?n por colores y tarjetas sin los nombres de los candidatos para los cargos de cara?cter legislativo. En los ’90, cuando se comenzaron a aplicar las reformas poli?ticas propulsadas desde la Copre (Comisio?n Presidencial para la Reforma del Estado) los ciudadanos votaron con mayor conciencia poli?tica y social seleccionando opciones uninominales dentro o fuera de los partidos tradicionales. No obstante, con la polarizacio?n que hemos tenido durante la u?ltima de?cada, un retroceso ha aparecido en el horizonte.

En reiteradas ocasiones, a partir de 1999, los venezolanos han acudido a diferentes procesos comiciales. Tanto para elegir presidente, gobernadores, alcaldes, parlamentarios nacionales, estadales, municipales, refere?ndum revocatorio, ratificacio?n de enmienda, entre otros. Pero tambie?n se han movilizado a favor o en contra de acuerdo a las li?neas polarizantes de los factores poli?ticos en pugna. No obstante, el intere?s por los asuntos pu?blicos y el control ciudadano sobre las actuaciones del Estado se han minimizado reforza?ndose el llamado “mesianismo” que, aliado con el “rentismo petrolero” han provocado la ruptura y el debilitamiento del tejido social y comunitario que soporta la “voluntad general” de la sociedad, tal como lo definiera Juan Jacobo Rousseau en el “contrato social”. Y asi? nos agarra el primer trimestre de 2016, lejos del objetivo central de toda democracia de fortalecer el concepto de “sociedad poli?tica” y con una severa crisis econo?mica que esta? impactando en gran medida la cotidianidad de las familias venezolanas. Vale decir, nos ha dado “el catarro y no tenemos pan?uelo” para soportar sus inco?modas consecuencias.

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