La denuncia sobre la persecución política ha venido perdiendo relevancia en la medida en que la descomunal crisis económica se ha impuesto como el principal tema de la opinión pública venezolana.
Ha quedado casi que solo para la militancia partidista las escasas referencias sobre el problema de los presos políticos. Un asunto comprensible dada la fuerza con que la inflación, la escasez y la devaluación nos agobia y hace que nos olvidemos de todo o de casi todo. Aunque de nada para justificar o hacerse de la vista gorda frente a la represión. Sobre todo con el penoso criterio que le oído a algunos que se permiten decir en los mentideros políticos que al tema de los presos políticos no hay que darle espacio porque apenas tiene un 5% en las encuestas. ¡De bolas! No están presos ellos ni un familiar de ellos. Así es la miseria humana.
Sin embargo, mientras damos la pelea diaria contra estos flagelos denunciando los abusos, la corrupción y las políticas hambreadoras de Maduro contra el pueblo, es indispensable no abandonar a quienes hoy están presos, exilados o perseguidos porque nunca le bajaron la guardia al “Pranato” impuesto como forma de gobierno en el país.
Entre estos hombres que se la han jugado todas con gran coraje en la lucha contra este régimen, es digno destacar el caso de ex-gobernador del estado Zulia, Manuel Rosales.
Sobre todo a propósito de las últimas revelaciones que muestran la saña con la cual se le ha pretendido destruir, surgidas recientemente en el juicio que se le sigue. En el cual el juez de la causa desechó más de la mitad de las pruebas en contra de Rosales, aceptó la declaración del diputado José Luis Pirela retractándose de la denuncia en su contra por la falsedad de las pruebas y admitió la declaración notariada del magistrado Aponte Aponte confesando haber servido, por “órdenes de arriba”, como el cerebro de la patraña urdida para tratar de destruir moralmente al ex-gobernador y fabricar razones para fusilarlo moralmente y detenerlo con pruebas falsas.
Lo que ha dejado reducida la causa del juicio contra Rosales a una simple inconsistencia de 147 mil bolívares (unos 125 dólares) en su declaración jurada de bienes, por lo demás aclarada totalmente en los libros contables consignados por sus abogados y en su declaración de impuestos. Permitiendo desenmascarar el fondo político que subyace en su juicio.
Un resultado que nos lleva a preguntarnos sobre ¿cuáles son esas razones que desataron todo este proceso de persecución política contra Manuel Rosales?
Sin duda, la primera de ellas es la corajuda decisión de Rosales de enfrentar democráticamente al difunto Hugo Chávez en el proceso electoral presidencial de 2006. Pese a tener todas las de perder y además estar consciente de ello, Manuel Rosales emprendió la dura tarea de reconstruir la confianza en el camino democrático para salir de esta pesadilla. Digan lo que digan sus detractores y adversarios, nadie puede negarle el mérito de ponerse al frente, junto a Teodoro Petkoff y Julio Borges, de ese complejo proceso en un tiempo en el que la indiferencia se había apoderado del pueblo venezolano tras los sucesivos fracasos del 11 de abril de 2002, el paro petrolero, los militares de Plaza Altamira, la derrota del Referéndum Revocatorio y para colmo el progresivo incremento de los precios petroleros, el desaforado populismo de las misiones y la avasallante propaganda oficial que hacían ver al régimen como inderrotable y eterno.
Se pudieran seguir señalando abundantes razones políticas para mantener injustamente preso a Manuel Rosales, pero solo añadiré una más: la naturaleza popular de su liderazgo.
En 2006 Rosales logró que mucho más de cuatro millones de venezolanos se sacudieran la abulia en la cual habían caído después de todos los fracasos señalados. Fue una lucha tenaz, no sólo para enfrentar al régimen sino a todos aquellos que desde la oposición seguían empecinados en seguir la absurda línea de la abstención electoral que nos llevó a la desastrosa decisión de entregarle el poder absoluto al chavismo en el año 2005. Situación aprovechada por el régimen para blindarse hasta más no poder con su control de todos los poderes públicos.
Ese primer logro motivador, permitió que la oposición democrática venezolana le propinara el 2 de diciembre del 2007 la primera gran derrota electoral nacional al entonces todopoderoso Hugo Chávez en el Referéndum de la Reforma Constitucional. Resultado que fue posible gracias al aporte de parte importante del electorado chavista que le dijo NO a su pretensión de hegemonía perpetua y en cuyo convencimiento jugó un papel fundamental el rol unificador del liderazgo de Rosales quien se puso al frente de esa extraordinaria campaña. Un proceso que condujo a la formación de la Mesa de la Unidad Democrática a partir de 2008 y que hoy nos tiene a las puertas de un cambio democrático definitivo para el país.
El “Pranato” que desgobierna a la nación le está cobrando a Manuel Rosales su convicción democrática, su coherencia y su liderazgo popular.