Vive desde hace cuatro meses en París, donde realiza estudios de doctorado, pero la distancia, y la seguridad y estabilidad en su vida que ello conlleva, no le han hecho olvidarse de Venezuela, su país, convertido “en un circo tenebroso”, dice el escritor Rodrigo Blanco Calderón.
“El caos del que uno viene, la inestabilidad, la zozobra en la que uno vivía se hace mucho más evidente y más preocupante” desde la distancia, destaca Blanco Calderón, que publica en España la que es su primera novela, “The Night”, editada por Alfaguara.
Editor, escritor y profesor universitario, Rodrigo Blanco Calderón (Caracas, 1981) aún se sorprende por la cantidad de cosas que han ocurrido en Venezuela en estos cuatro meses, y por encima de cualquier otra el triunfo en las urnas de la oposición política al chavismo. “Se ha acelerado todo”, comenta.
“Sí”, afirma categórico, “creo que efectivamente ahorita Venezuela está viviendo los estertores de ese pestilente cadáver que es el chavismo”. “Como suele suceder en los periodos finales de cualquier dictadura, es el momento más difícil, doloroso y terrible, porque el gobierno (de Nicolás Maduro) va a atornillarse en el poder hasta el último segundo”.
En esa Venezuela “a punto de caerse y hacerse pedazos”, en un país que es “puro bochinche”, y más concretamente en Caracas, una ciudad que es “cueva y laberinto”, transcurre “The Night”, una novela a la que han precedido tres libros de relatos que han colocado a su autor en la lista de mejores narradores latinoamericanos jóvenes del momento.
“Vengo -se explica- de la escritura continua de cuentos; de hecho me imaginaba que solo iba a escribir cuentos, no sentía la necesidad de dar un brinco hacia la novela”. Pero ese salto se ha producido, y de una forma “muy natural, muy orgánica”. “Se dio cuando, se tenía que dar, ni antes ni después. Para escribir no creo mucho ni en la voluntad ni en la disciplina”.
De hecho, la novela comenzó hace años como un cuento, que guardó en un cajón hasta que lo retomó tiempo después. “Respeto mucho -dice- la resistencia que me ofrece determinado proyecto de escritura. Cuando algo se me resiste quiere decir que todavía falta que pasen cosas”.
Quien se confiesa “vicioso” de la literatura en general, antes que de la escritura en particular, entiende la novela como “un artefacto donde caben otras piezas”, otros géneros.
Ello explica el porqué “The Night”, título también de una canción de la banda de rock “Morphine” que inspiró a Rodrigo Blanco, sea una novela “pero también muchas otras cosas”, como un ensayo, una crónica periodística, un relato filosófico….”Vengo de una tradición de lectura que apunta un poco a eso”, y que va desde “El Quijote” hasta Borges.
“Artefactos” narrativos que el escritor venezolano descubrió, cuando apenas tenía 20 años, “hasta entonces sólo escribía poemas, ni siquiera poesía”, con el argentino Ricardo Piglia y su “Respiración artificial”. Una novela que le transformó.
“Esos artefactos narrativos que construye Piglia -destaca- son novela, ensayo literario y filosófico de gran nivel; hay en ellos elementos de crónica periodística, pero todo está ensamblado de tal manera que no sientes que estés atravesando compartimentos estancos. Todo forma parte de un mismo torrente narrativo”.
En la escritura de este joven los conceptos de realidad y ficción se desvanecen. “No hay para mí frontera alguna entre realidad y ficción, porque mientras escribo, así invente un personaje o así tome otro de la realidad, para mí todo es real. Mientras escribo todo es real”.
Uno de los personajes de “The Night”, Matías Rye, escritor como Blanco Calderón, alguien para quien incluso “la maldad necesita representantes dignos”, hombres y mujeres que estén “a la altura de nuestro odio y de nuestro resentimiento”, enfrenta dos maneras de plantarse ante la realidad.
Una sería el realismo mágico, “que en algún momento pudo ser una sublimación de la miseria”, advierte Blanco Calderón, y otra lo que llama “realismo gótico”, que se hunde en lo escabroso, “en lo escatológico de la realidad”.
“La Venezuela de estos últimos quince años -reflexiona Rodrigo Blanco Calderón- ha involucionado hacia una realidad que, a veces, es de corte gótico. Y que me ha obligado, porque yo amo a mi ciudad y a mi país, a encontrar incluso en medio de esta gran crisis humana, en esa gran decadencia en que vivimos, formas de belleza”.
Carlos Mínguez/EFE