El ominoso «dedo», el mismo que pervirtiera las recientes elecciones parlamentarias al negar primarias universales y prelar el apetito burocrático de unos partidos políticos cuyo apoyo popular está por verse, se apresta a operar de nuevo con motivo de las elecciones de gobernadores de estado.
En la oportunidad en que la MUD sacó de la chistera del mago una serie de excusas para encubrir su patraña (falta de dinero, posible sabotaje, etc.), denunciamos los verdaderos motivos para impedir que la gente escogiera sus candidatos, es decir, que la gente fuera electora y no simple votante. Las razones que expusimos entonces son las mismas que nos impulsan a llamar hoy a toda la población para que se mantenga atenta y evite un nuevo fraude político, que junto a los anteriores niegue la posibilidad de que tengamos una verdadera democracia, una sociedad electora y no simple votante, triste validadora de decisiones tomadas por las cabeceras de partidos políticos que niegan la democracia a su propia militancia.
Cuando «el dedo» es quien designa, pone o quita, es «el dedo» quien manda; quienes él elige dependen de él y no de sus votantes, por lo que la soberanía popular se convierte en una simple figura retórica, desempolvada en actos de campaña y fechas patrias, pero sin ningún asidero en la realidad. Cuando la gente tome conciencia de las pillerías de que ha sido víctima y recupere su poder de elegir, los aspirantes a cargos de elección popular serán gobernados por sus votantes, a ellos tendrán que oír y rendirles cuentas, so riesgo de ser barridos de la escena política.
Ni este ni ningún otro país puede aspirar a una democracia real mientras sus autoridades públicas sean determinadas en conciliábulos políticos, económicos, militares o de cualquier otro orden; mientras la ciudadanía sea soslayada al triste papel de votante, de simple convalidadora de decisiones tomadas fuera de su seno.
Promover las elecciones primarias es un deber insoslayable para todo el que se diga demócrata; la verdadera democracia se nutre de la gente y el verdadero demócrata lo sabe y respeta. «El dedo» que elige está siempre adosado a la mano de intereses grupales y se esconde tras un denso manto de excusas y sinrazones. «El dedo» es el ladrón de la voluntad popular y el culpable de muchas de nuestras miserias; si no hubiese existido en la cuarentena que precedió a Chávez, el comandante loco hubiese muerto en el anonimato. Adecos y copeyanos, engolosinados con el poder inventaron la figura de la democracia formal, es decir, de la democracia de las formas, pero no de la sustancia; se atrevieron a incurrir en el despropósito de llamar democracia formal a lo que no era más que una forma de gobierno ejercida a espaldas de la gente, convocada quinquenalmente para consolidar la parodia, para dar una mano de pintura política a la agrietada fachada de un amorfo estilo de gobierno.
Según el cronograma oficial, a final de este año deben realizarse elecciones regionales. Desde hace meses varios diputados de la MUD preparan sus renuncias y bregan por obtener la bendición de «el dedo» que, al parecer, una vez más será el gran elector. En Venezuela no hace falta patear calles y tocar puertas para lograr el apoyo de la gente común; al fin y al cabo resulta más cómodo adular y manipular frente a una botella de Buchanan’s 18,que tomar contacto con el venezolano de a pie que más adelante podría reclamar los incumplimientos.
Así como no es posible llegar a Valencia desde Caracas tomando la autopista Gran Mariscal de Ayacucho que apunta hacia oriente, la verdadera democracia jamás será alcanzada si previamente no hacemos realidad el aserto constitucional de que la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo. En mi humilde entender, sin primarias no hay democracia.
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