A Benito Mussolini, il Duce, dictador italiano y jefe supremo del fascismo, lo fusilaron los partisanos. Después, lo llevaron a Milán donde su cuerpo fue linchado y colgado de un poste.
Con él, cientos de colaboradores –patriotas cooperantes- corrieron con la misma suerte. Fueron sacados a empujones de sus oficinas, de sus mansiones y de los centros de tortura. Se les vejaba. Les escupían en la cara. Los golpeaban con palos y les tiraban piedras. Después se les colocaba una cuerda alrededor del cuello. Finalmente se los dejaba colgados en los postes.
Faltaron árboles, postes y vigas donde colgar a tanto pillo, corrupto, delator y torturador.
Eso ocurrió también en Francia, en Bélgica y cuanto pueblo europeo conoció de las atrocidades de fascistas, nazis y sus colaboracionistas.
Después, las naciones vencedoras organizaron los llamados Juicios de Nüremberg, y los jerarcas restantes, fueron legal y legítimamente ajusticiados. Como dios manda, pues. Con derecho a réplica.
Por esos años Europa era una tierra arrasada. No había qué comer ni beber. Tampoco casa ni hogar donde cobijarse. Nada. Solo soledad, abandono, miseria y humillación.
Algo similar ocurre en la Venezuela del siglo XXI, en la Marisela como la llamó Gallegos. En este espanto de república ruinosa y maloliente. Espantosamente violenta.
El venezolano de estos tiempos vive al filo de la injusticia, la corrupción, la vejación, la humillación, la arbitraria detención y la tortura.
Quienes vamos quedando, minusválidos, mutilados y segregados, somos los sobrevivientes. Humanos desolados gimiendo nuestro dolor, mientras esperamos las sobras del festín, las limosnas de la miseria, entre interminables colas, donde todos somos un mismo lamento. Una letanía en Sol mayor.
No justifico en modo alguno los linchamientos. Sin embargo, además de intentar comprender, saber el por qué de ello, sé que es una respuesta, como último recurso, ante la pública, notoria y comunicacional ausencia de protección de un Estado indolente, pícaro e inmoral. Que por incapacidad y corrupción está imposibilitado para administrar justicia y proteger, de manera efectiva y eficiente, al ciudadano.
Esa es la razón de los linchamientos. La diferencia es que, mientras en Europa quedaban los cadáveres expuestos por horas y días, acá los rocían con gasolina, les prenden fuego, y después les toman fotos y videos para presentarlos en las redes sociales.
Hoy son los asaltantes, los rateros y criminales quienes son linchados. Mañana se agregarán otros y la lista se hará más larga. Eso es consecuencia de un sistema de atropello sistemático y continuado del liderazgo político, militar, policial, y un sistema de justicia que en la práctica, no da respuesta efectiva protegiendo a la ciudadanía.
Espero equivocarme. Saber que pronto se establecerán programas, planes y proyectos a favor de un sistema policial y de justicia, que ayuden a la población contra la abierta criminalidad. De lo contrario, más temprano que tarde, veremos antorchas humanas danzando por las calles de Venezuela. Y entre los pranes y luceros, también veremos a falsos políticos, empresarios de maletín, policías corruptos, bachaqueros, esbirros, esquiroles y militares torturadores.
(*) camilodeasis@hotmail.com TW @camilodeasis