Por unos pocos días, el presidente Barack Obama fue el hombre de Estados Unidos en La Habana, con retos al gobierno cubano que dejaron atónitos a los ciudadanos cubanos, los que hablaron abiertamente en las calles sobre las posibilidades de cambios políticos.
Por JOSH LEDERMAN, Associated Press
El llamado público de Obama a un futuro de mayor democracia, pronunciado en presencia del presidente Raúl Castro, marcó una divisoria de aguas en un país donde no se toleran cuestionamientos a la autoridad del gobierno. Las décadas de encono parecieron cosa del pasado cuando Obama y Castro intercambiaron bromas en un partido de béisbol. Empresas estadounidenses asistieron en masa, festejando las nuevas posibilidades de llevar dólares a la isla.
Cuando los jubilosos colaboradores de Obama abordaban el avión presidencial, apareció Castro para despedir a su colega estadounidense. Para la Casa Blanca fue la confirmación del éxito de la visita.
Pero después de la partida de Obama de la isla comunista quedó flotando una pregunta crucial: ¿Cuánto durará?
“No nos engañemos pensando que de repente van a tolerar el disenso”, dijo Michael Posner, ex subsecretario de estado para los derechos humanos y la democracia. “Éste es un régimen sometido al ostracismo. Están en el poder desde hace mucho tiempo. No tienen instintos reformistas. Va a ser una pelea”.
Los primeros indicios podrían aparecer el mes próximo durante el Congreso del Partido Comunista en La Habana, un foro en el que se anuncian los cambios importantes. Un anuncio de mayores libertades políticas o medidas económicas reformistas indicaría que la estrategia de Obama empieza a dar frutos.
Bajo los reflectores de la atención mundial, Castro hizo poco por desautorizar a Obama, quien goza de enorme popularidad en Cuba. Las imágenes de un joven presidente negro paseando por La Habana Vieja parecían resonar con un pueblo racialmente diverso, en fuerte contraste con el anciano Castro.
Pero en los próximos días se apagarán los reflectores y Castro podrá volver a lo de siempre si eso es lo que quiere. Aunque ha tomado medidas modestas para abrir la economía y flexibilizar algunas restricciones sociales, no hay señales de un plan para hacer los cambios en el sistema unipartidista pregonados por Obama.
“Seguiremos hablando enérgicamente sobre las cosas que nos importan”, dijo Obama hacia el final de la visita.
Un aspecto central de la estrategia de Obama es elevar las expectativas del pueblo cubano, lo que acrecentaría las presiones sobre el gobierno para acelerar el proceso de cambio. Cautos funcionarios cubanos consideran que los ruegos de Obama son parte de un intento postguerra fría de aplicar coerción mediante la diplomacia en lugar de la amenaza de fuerza.
En vísperas del viaje, algunos colaboradores de Obama dijeron que uno de los objetivos cruciales era volver irreversible el acercamiento a Cuba. Cuando partió de la isla, abundaban las señales de que el punto de inflexión estaba cerca.
En poco tiempo habrá hasta 110 vuelos comerciales diarios entre Estados Unidos y Cuba, y con el arribo de millones de estadounidenses al país los cubanos tendrán una visión más amplia del mundo exterior. Obama cuenta con que ante la avidez de los estadounidenses por visitar La Habana, el próximo presidente sufrirá una caída en picada de su popularidad si les dice que cancelen esas vacaciones.
Las grandes cadenas hoteleras Starwood y Marriott se aprestan a apoderarse de hoteles en Cuba después de llegar a acuerdos con La Habana y obtener el permiso de Washington, y Google también apunta a la isla. Brian Chesky, gerente del servicio online de alojamientos Airbnb, dijo a la prensa en La Habana que Cuba es el mercado de crecimiento más rápido de su empresa.
“Llegará el momento en que revertir esa política parecerá una idea demente”, dijo el ex secretario de Comercio Carlos Gutiérrez, un republicano que se exilió de Cuba a los seis años. “Creo que estamos al borde de llegar a eso”.
La normalización de relaciones bilaterales no careció de riesgos políticos.
Los partidarios de mantener el embargo comercial acusaron a Obama de gratificar a un gobierno represivo. El tema resuena en la campaña presidencial, donde el precandidato republicano Ted Cruz, hijo de padre cubano, está furioso con la política de Obama. “Hoy es un día triste en la historia de Estados Unidos”, dijo Cruz cuando Obama llegó a la capital cubana.
Por su parte, el favorito Donald Trump jura que logrará un acuerdo mejor.
Los dos aspirantes a la candidatura demócrata, Hillary Clinton y Bernie Sanders, apoyan la política de Obama. AP