Fue el miércoles pasado y en un desconcertante evento donde la cúpula militar protochavista se reunió en Fuerte Tiuna a discutir la recién aprobada en la Asamblea Nacional “Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional”
El evento -más bien aquelarre- lo presidía –¿quien más podría atreverse?- el tristemente célebre ministro de la Defensa, Wladimir Padrino López, al cual, si se le pueden cuestionar razonablemente sus “soles” de general, no el eclipse de ser un soldado raso. bajísimo y obtuso de Chávez, Maduro y Cabello.
Pero jamás sin descuidar la retaguardia, pues es característico de este tipo de especímen, no hundirse en el pantano sino después de asegurarse que los cubrirá para siempre.
Por eso, luego de figurar en la lista de los comprometidos en la intentona golpista del 4 febrero del 92, no se alistó en ninguna de sus operaciones y –lo mismo de otros conspiradores desarticulados-, pudo seguir su carrera en la “Cuarta” sin que le picara ni coquito.
Hay quien dice, sin embargo, que no fue culpa suya desactivarse en la fatídica madrugada, sino que, siendo plaza como capitán del “Batallón Bolívar de Caracas”, se quedó esperando órdenes que nunca llegaron del jefe de la unidad, un tal comandante, Quintero.
Se conoce poco o nada de sus actuaciones y ascensos en el chavismo temprano y medio, aunque corrían rumores, voces que hablaban de un perfecto equilibrista cuadrado con el proceso, es cierto, pero sin olvidar que la oposición podía embestir, y entonces él, Padrino López, presentarse como un “salvador de la democracia”.
Lo que si está documentado es que, el conato de golpe de estado del 11 de abril del 2002, lo encontró en Fuerte Tiuna como Comandante del Batallón de Infantería Simón Bolívar (el mismo del 4F), pero sin que resulte claro cuál fue su rol en la restitución de Chávez, si bien el caudillo lo nombró poco después, “Jefe de Estado Mayor Conjunto de la Región Estratégica de Defensa Integral Central”.
Un nombre kilométrico para acciones decimétricas, donde lo sorprende “la victoria” del “Centauro de Sabaneta” en el Referendo Revocatorio del 2004 y el viento de cola que tomó el chavismo con el inicio del ciclo alcista de los precios del crudo, pero sin que Padrino López que, rueda de cuartel en cuartel por la extensa geografía nacional, se distinga por otras hazañas que no sean las de un oficial mediocre que espera en los rincones de la petite histoire que un alma piadosa lo recoja y reconozca.
Pero Chávez no lo quería, aun más, lo despreciaba, y lo demostró, cuando, en el momento de más arrebato de la militarización, lo mantuvo siempre a distancia y en cargos menores, infinitamente menores.
Días turbios, y sin esperanzas del desangelado oficial, aunque sigue los ascensos normales como un general del proceso pero no favorito que, en el 2010 es ascendido a general de Brigada, en el 2012 es Mayor General, y del mismo Chávez recibe ese mismo año el nombramiento de Primer Comandante Operacional del Ejército.
Continúa arrimándose, sin embargo, quizá más de lo que merecía y un aviso de que lo esperaba un retiro menos que honroso, debió llegarle la noche en que Chávez (8 de diciembre del 2012), en su despedida de Venezuela y de la vida, nombró ministro de la Defensa a un Almirante, Diego Molero, -una nulidad de peor catadura que Padrino-, determinando, de paso, que se llevaba a la tumba al generalato del Ejército que, como tenientes y coroneles, habían sido clave en el 4-F, en todo el curso de su consolidación en el poder, y aspiraban, con toda “justicia”, a ser sus herederos.
Quiere decir que, una última carta del ya desesperado general no surge sino cuando Maduro asciende al poder después de un fraude, pulveriza el poco capital político que heredó de Chávez, y para sobrevivir, reconstruye los puentes entre el chavezato y el Ejército y Miguel Rodríguez Torres, desde el ministerio del Interior y Justicia, inicia el “pacto de sangre” entre los militares del 4F y los restos del civilismo chavista que se convierte en amanuense de la peor dictadura militar de cuantas ha sufrido el país.
Padrino López ve su oportunidad y la aprovecha, sobre todo después de la caída de Rodríguez Torres en octubre del 2014, y el encargo que recibe de Maduro de ser orador de orden en la sesión de la Asamblea Nacional el 5 de julio de 2014.
Aquí va con todo, pero no en la onda de atribuirse hazañas que no tiene, sino de presentarse como chavista de tomo y lomo, defensor de la alianza cívico-militar revolucionaria y socialista y de zambullirse en un reguero de conceptos vacuos y disparatados en los que queda claro que su vocación es la de sobrevivir y reptar.
Maduro agradece el gesto y lo nombra ministro de la Defensa el 24 de octubre del 2014 en sustitución de la almirante, Carmen Meléndez, lo ratifica en su cargo anterior de “Comandante Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana” y ha sido una figura inexcusable en el proceso del asalto a Venezuela por una élite de militares corruptos y narcotraficantes, para los cuales Venezuela pasó a ser, no ya una hacienda, porque destruyeron el aparato productivo agropecuario, y mucho menos una gasolinera porque destruyeron a PDVSA, sino una cueva de latrocinios donde, además, se procesa y transporta cocaína.
Recientemente, la socióloga y experta militar, Rocío San Miguel, afirmaba que: “Ya Maduro no puede desprenderse de los militares”, frase acertada que también podría revertirse en otra tan o más acertada: “Ya los militares no pueden desprenderse de Maduro”, como fórmula militarcivilista que explicaría por qué los militares permiten la violencia, la inconstitucionalidad y las violaciones de los derechos humanos que pasan a ser las “armas” de una unión que rueda por la historia como un buque fantasma sin destino, puerto, tripulación ni timonel confiable.
En el mismo sentido se pronunciaba el miércoles en “El Nacional” el politólogo, Aníbal Romero, en el brillante artículo “Venezuela, socialismo y militares”: “Ciertamente, Nicolás Maduro y el PSUV, necesitan a los militares, pero en la actual coyuntura internacional los militares necesitan a Maduro y a las instituciones civiles del régimen, como el CNE y el TSJ, para sostener la ficción constitucional que existe en nuestro país”.
Pero, claro, sin descartar –añado yo- que si hace falta tocar arrebato, sacar los tanques a la calle para amenazar a la MUD, a la AN y a los casi ocho millones de venezolanos que votaron contra el narcosocialismo el 6D, ahí están Padrino López, y sus chafarotes echando músculos y diciendo que se inmolarán por los Rafael Ramírez, los Diego Salazar, los Rincón, los chicos Derwick, los Carruyo, los narcosobrinos, los pranes, y todas las lacras de corruptos y narcotraficantes que han saqueado a Venezuela implacable y despiadadamente.
Y eso fue exactamente lo que ocurrió el miércoles pasado, cuando Padrino López se soltó el moño, encabezando una reunión de militarejos de su misma calaña, para atacar la” Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional”, alegando que “se trataba de una herramienta de la AN para desestabilizar al país y poner en peligro la democracia”.
Desde luego que fue una nueva bofetada al país de un grupo de primates de ultima generación, no con curriculum sino con prontuarios y, en su mayoría, “buscados” por tribunales internacionales por violaciones de los derechos humanos, narcotráfico y corrupción y que me recuerdan aquel grupo de narcos extraditables de los carteles de Cali y Medellín cuyo lema mas socorrido era: ¨preferimos una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos.
Y decididos, no a ponerse a derecho, sino a cohecho, y para ello nada más apropiado que cuadrarse con malhechores de la calaña de Maduro, Cabello, Tarek El Aissami, Francisco Ameliach, Iris Valera, Carreño, Motta Domínguez, Rangel Gómez, Vielma Mora, Carvajal, etc, que ven impasibles como se desgarra a Venezuela por falta de alimentos, medicinas, y seguridad, mientras dan el repele de las riquezas nacionales a los “nuevos mejores amigos” del Imperio de Obama, los hermanos Castro, para que les paguen con la experiencia de que cómo se sostienen dictadores y delincuentes en el poder.
Los auténticos reyes del festín y sus bufones, como el rábula Hermann Escarrá, el desnaturalizado Roy Chaderton y tránsfugas de todos los partidos, ideologías, lugares e iglesias y culturas como Aristóbulo Istúriz, Francisco Arias Cárdenas, Calixto Ortega, Mario Isea, Ricardo Sánchez y William Ojeda, para solo recordarnos de unos pocos.
Los dueños de un estado fallido y forajido que, piensan van a salirse con la suya comprándole chatarra militar a Rusia y China y sin percibir que la ira del pueblo está en ascenso, a punto de explotar y arrasar a los agentes de una minipotencia extranjera, Cuba, que, en entre otras señales, es una ruina.