El gran problema del marxismo es que en la práctica termina destruyendo el trabajo en nombre de los trabajadores. La utópica dictadura del proletariado no pasa de ser una tiranía en la que la masa trabajadora depende exclusivamente de la benevolencia del Estado y pierde su capacidad de prosperar por sus propios medios convirtiéndose en esclavo de la clase política dominante. Por eso no es de extrañar que actualmente en Venezuela el pueblo tenga que esperar que un partido político le lleve a su casa la ración de comida que toque por decreto, al tiempo que se prohíbe trabajar los viernes.
Maduro destruyó el trabajo como concepto, acabó con el salario como sustento y pulverizó las prestaciones como ahorro. Luego de “aumentar” un 20% el salario mínimo en febrero, Maduro devaluó el bolívar llevando en apenas un mes el dólar oficial de doscientos a más de trescientos bolívares, lo que representa un 50% de pérdida directa del poder adquisitivo del salario. El supuesto aumento fue una estafa. Además, por primera vez el salario es menor al bono de alimentación, lo que significa que más de la mitad del ingreso de los trabajadores no genera antigüedad. Otra estafa más, la eliminación fáctica de las prestaciones sociales. Lo cierto es que actualmente el salario mínimo es menor a 40 dólares mensuales (en Argentina es 670 dólares, por ejemplo) según la tasa oficial controlada por el propio Gobierno llamada Simadi. No nos estamos refiriendo a “Dólar Today” sino a Maduro Today que ha llevado en tres años el dólar oficial de Bs. 6,30 a Bs. 306,00 lo que representa un 500% de aumento, la más grande y descomunal devaluación de nuestra historia. Esa es la inflación inducida de la que habla Aristóbulo.
Pero no conforme con empobrecer como nunca antes a la clase trabajadora del país, Maduro ha criminalizado el trabajo convirtiéndolo en el despilfarro causante de la crisis eléctrica, prohibiendo trabajar en Semana Santa, todos los viernes y hasta el lunes 18 de abril, con la excusa del ahorro energético. Pero detrás de estas medidas aparentemente populista subyace el objetivo de seguir destruyendo el trabajo como herramienta para el progreso familiar y de consolidar un esquema de dependencia entre la masa y la cúpula gobernante. Maduro sabe que ya nadie vive de su sueldo, ese objetivo ya lo logró, y en vez de restituir el valor del ingreso laboral prefiere dar días libres para el rebusque, convirtiéndonos a todos en bachaqueros en alguna medida. Lo triste es que ciertamente en Venezuela sale más rentable dejar de trabajar que trabajar. Se gana más en los subsidios de las colas que en cualquier jornada laboral, lo cual cierra el círculo vicioso entre la falta de producción, la escasez y la inflación. Mientras pasamos horas en colas, no producimos, y mientras no producimos habrá cada vez más cola. El mensaje de Maduro es claro, “como tu sueldo no te alcanza para nada, te damos tiempo libre para que te rebusques”. Mientras en la calle hay colas, linchamientos, saqueos, hampa y hambre; en el Gobierno hay vacaciones. Hecho en socialismo.
La reconstrucción del país pasa por la restitución del valor del trabajo. Más allá de las divisas, la energía y la seguridad jurídica, no podrá haber emprendimiento y producción sin trabajadores. Hay que devolver a las fábricas a quienes hoy hacen cola por negocio o necesidad, y eso solo se consigue restituyendo el valor del salario. La Venezuela del trabajo digno es la que más temprano que tarde nos tocará construir de las cenizas de este modelo esclavista. Aceptamos el reto.
JOSÉ IGNACIO GUÉDEZ
Secretario General de La Causa R
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