Mientras visitaba el sur de Valencia, conocí a Raquel, una abuela venezolana, que esa tarde me manifestaba su angustia porque a esa hora ya llevaba más de 12 horas sin suministro de energía eléctrica y nadie sabía cuando volvería la luz (a la postre supimos que en total fueron 21 horas) y eso la obligaba a tener que cocinar un pollo que había en su nevera por el temor a que se dañara, hasta ahí nada que no fuese una muestra más de la pésima calidad de vida que tenemos los venezolanos hoy en día, lo que me alarmó fue cuando me contó que eso significaba que en su planificación lo que debía rendir para cuatro comida se lo cenarían todo en una noche. Cuando le pregunte cuantas personas integraban su grupo familiar me respondió que eran 7, y intrigada pregunté la receta para rendir un solo pollo para 7 personas en 4 ocasiones, me respondió “lo sancocho, lo desmecho, un día sirvo un poco con yuca, otro día un poco con arroz, otro día con quinchonchos y por ultimo con el caldo y el carapacho hago una sopa”.
La inflación y el desabastecimiento golpean nuestra mesa y en consecuencia la alimentación de todos los venezolanos se ha deteriorado, haciendo inadecuada la nutrición de la población, que unido a la escasez de medicamentos y vitaminas crea un triángulo perverso que pone en riesgo nuestra salud.
El gobierno no plantea soluciones reales a este problema, cada día entorpece más la producción nacional de alimentos, y no acepta la ayuda humanitaria ofrecida internacionalmente. Inventa un programa de entrega de bolsas de comida casa por casa, que ofrece más esperanza que soluciones, en Carabobo por ejemplo, se celebró con bombos y platillos, la entrega de 10 mil bolsas para beneficiar 10 municipios (de 14 que tiene el Estado) es decir se atendió menos del 2% de la población, si calculamos a 5 personas por familia, de una entidad federal que según los últimos datos ha sido estimada en casi 3 millones de habitantes.
Nos piden paciencia, que ahora si va a haber producción, que se va a acabar la corrupción y que ahora es que viene lo bueno pero ¿cómo tener paciencia cuando nuestros ingresos no alcanzan para satisfacer las necesidades nutricionales y a veces ni para calmar el hambre? Paciencia cuando los anaqueles están cada vez más vacíos y los precios son más altos. Ante el desánimo general, paciencia, ante las enfermedades, paciencia, ante el desabastecimiento feroz, paciencia. Piden paciencia reconociendo que hay corrupción, que se han cometido errores pero no se cambia de rumbo, no corrigen. Paciencia para aguantar y seguir aguantando, quieren que soportemos apaciblemente a que se solucione una crisis que ellos mismos causaron y a la cual, está demostrado suficientemente, no tienen como hacerle frente.
Vale la pena recordar que durante los primeros años de la década de los 90 se presentó en Cuba una extraña epidemia que hizo que más de 50 mil cubanos perdieran la visión. Ante esa situación masiva, el gobierno se vio obligado a pedir ayuda internacional. Los expertos buscaron las causas en virus y bacterias, pero después de descartar múltiples posibilidades encontraron la explicación en lo que se conoce como hambre oculta, que es la falta de micronutrientes, minerales y vitaminas. Todos los afectados por ese mal, se curaron cuando se les suministró una dieta completa y suplementos vitamínicos. Raúl Castro en el 2010, nos dijo “Venezuela y Cuba, son cada día más, la misma cosa”, yo sigo rogando porque la paciencia venezolana no sea igual a la cubana.
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