Venezuela aislada y sola se prepara para un conflicto mayor como consecuencia, no a la crisis institucional y de confrontación de poderes planteada por el gobierno militar de Maduro, sino porque estamos en presencia de lo que en su época se llamó “el fujimorazo”, que no fue otra cosa que la disolución del Congreso Nacional del Perú por parte del gobierno autoritario de Alberto Fujimori. En la Venezuela de Maduro se desarrolla progresivamente el mismo fujimorazo con la sola modalidad, que en lugar de utilizar a los militares para disolver la Asamblea Nacional, Maduro manipula un subordinado Tribunal Supremo de Justicia convertido en un Tribunal Supraconstitucional que pisotea con impunidad la Constitución, que va progresivamente ahogando a la Asamblea Nacional con sentencias inconstitucionales, conduciéndola a la misma disolución política y con ella, a la poca democracia que nos queda.
La Comunidad Internacional de la época siguió la crisis peruana con asombro y declaraciones rimbombantes pero el único país, que realmente se activo aplicando la Doctrina Betancourt y rompiendo relaciones diplomáticas en defensa de la democracia continental, fue la Venezuela de Carlos Andrés Pérez, que por cierto, quedó sola en su esfuerzo. Lamentablemente, los gobiernos y organismos internacionales solo se quedaron en lo que saben hacer, declaraciones irrelevantes que son aprovechados por estos personajillos inescrupulosos que terminan desalojados por el pueblo, más temprano que tarde, por la violación de los derechos humanos, por la constitución que patean y por la rapaz corrupción que termina por devorarlos y colocarlos en el mismo sitial en donde se encuentra, el que fuera ayer todo poderoso Alberto Fujimori, en la “cárcel”, destino, al que le temen los boliburgueses civiles y militares venezolano, cuyo problema hasta ahora no han podido resolver, para así acabar con este martirio del pueblo venezolano del cual son conscientes de su responsabilidad.
La diferencia entre Alberto Fujimori y Nicolás Maduro, es que aquel tenía liderazgo militar y un desarrollo económico y social aceptable que le permitió dar el paso de disolver el Congreso Nacional, mientras el pobre de Maduro es un prisionero de su incompetencia y su crisis económica, de los castros y los militares venezolanos cuya corrupción, sin parangón en la historia de la humanidad, no quieren perder o aspiran al borrón y cuenta nueva, persuadidos de que la pérdida del poder los conducirá a la prisión, como está ocurriendo en esos países en donde la izquierda-castrista-bolivariana inescrupulosa ha asumido el poder en América Latina y ahora son acusados de actos de corrupción. Fujimori utilizó a las fuerzas armadas para disolver el Congreso Nacional, Maduro utiliza al Tribunal Supremo de Justicia para disolver la Asamblea Nacional.
En la Venezuela actual de Maduro se ha producido un “fujimorazo” más sofisticado, siguiendo el manual cubano de la progresividad política del autogolpe de estado. En nuestro caso, liquidando el único poder libremente electo que representa dos tercios de la soberanía popular frente a un ejecutivo mermado que solo tiene un apoyo por debajo del 20%, con lo cual, pierde día a día su legitimidad. No obstante, ha tenido la herramienta de utilizar un vergonzoso Tribunal Supremo de Justicia para ahoga al único Poder Autónomo del Estado, la Asamblea Nacional, pero además,
un Consejo Nacional Electoral (CNE) que en conchupancia con el gobierno cierra deliberadamente las puertas de una solución política que evite una tragedia nacional. Su actitud por el contrario, indica que el gobierno cívico-militar de Maduro busca la confrontación y la violencia política para justificar un silencioso autogolpe, que sin lugar a dudas, será legitimado de inmediato por la Unasur de Lula con la actual presidencia Pro-Témpore de la canciller de Maduro y la CELAC de Chávez, ahora con la presidencia Pro-Témpore de su aliado dominicano, Danilo Medina. Los sectores democráticos estamos dispuestos a evitar que el autogolpe se produzca y continuamos buscando caminos constitucionales para el cambio, que será reclamado en la calle día a día por un pueblo asqueado de la corrupción y ahogado por una crisis económica inducida por el gobierno rapaz e incompetente cívico-militar de Maduro, que conduce aceleradamente a una crisis humanitaria.