Aunque duela decirlo, es cierto. La esclavitud aún existe. Ya su denominador no es racial: ¡es político! Es el populismo que esclaviza a millones en algunas partes del mundo. Lastimosamente nuestra Venezuela y nuestra querida Nueva Esparta están en el epicentro de ello.
El populismo, esta nefasta práctica política que convierte al ciudadano en mercancía y a la conciencia ciudadana en un producto de compra venta, por lo tanto una práctica depredadora de la dignidad humana, es una práctica muy de moda en estos tiempos y más en nuestra América Latina, donde esta vil forma de desvirtuar el hecho público consiguió terreno fértil ante la realidad de tener gobiernos con importante manejo económico, que persiguen y castran al sector privado. Ello deviene en una alta dependencia y en un férreo control del estado en la actividad económica y ciudadana.
Nuestra Venezuela y nuestra Nueva Esparta tienen ya años siendo víctima de los modelos populistas que se nos han presentado de diversos colores y que siempre persiguen el mismo fin: utilizar los recursos del estado para generar clientela política y no desarrollo sustentable en nuestra sociedad. Con un discurso de “amor al pueblo” que, en la práctica, quien da el discurso es el generador de miseria y acaba con el emprendimiento social. Busca mantener en un estado de hambre permanente al ciudadano para mantener la dependencia de las migajas y mentiras del funcionario populista de turno, el populismo no busca superar la pobreza: ¡Busca mantenerte pobre! Es una paradoja pero, en cierto punto se convierte en una verdad del mercado.
El populismo no es más que una relación oferta-demanda edulcorada con un discurso retórico de amor y protección lleno de falsedad. Es así como el populismo no es más que la capacidad de un politiquero de ofrecer mucho a una ciudadanía que espera poco y allí empieza el largo trajinar que acaba con las sanas dinámicas económicas e inclusive, da paso a las tiranías que violan derechos humanos. Sin embargo, en el caso de nuestro país, en medio de una situación económica como la actual, es el momento para dar al traste con este nefasto modelo y sus exponentes, ya que el motor del populismo es el dinero, ese que cada vez sirve para menos cosas ya que el mismo modelo populista se encargó de aniquilar la economía.
Es el momento de elegir bien, de elegir distinto, de apostar a modelos de gestión pública que dignifiquen a la ciudadanía, que generan oportunidades y no dependencia, que genere emprendimiento social y económico, no clientela política electoral. Un modelo que saque al país de la pobreza y no que siga generando miseria. Estoy seguro que los tiempos de la modernidad están cerca, que la construcción de un nuevo modelo económico, social y político está a la vuelta de la esquina. Ellos lo saben, ellos lo perciben y están preocupados debemos prepararnos.
¡Es ahora cuando son más peligrosos, cuando se saben perdidos!
Richard Fermín Prieto
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