Fueron siete días de terror los que vivieron los esposos Jessica Díaz y Óscar Rivera en Venezuela, quienes contaron que fueron condenados a 18 años de prisión por el delito de “contrabando de extracción”.
La pareja, que llegó a ese país en un viaje de crucero, fue detenida el 3 de mayo en La Guaira por la Guardia Nacional, que la acusó de comprar productos restringidos.
Jessica y Óscar relatan que fueron obligados a pagar coimas “a una red de corrupción en las que participan policías, abogados y jueces”. Por la intervención del embajador panameño, Miguel Mejía, fueron liberados y se impidió su traslado a cárceles peligrosas. La pareja ya está en Panamá.
‘NO VAYAN A VENEZUELA’
“No vayan a Venezuela, si no quieren pasar la horrible experiencia que yo viví. Allí no respetan los derechos humanos…”, así se expresó, entre lágrimas, Jessica Díaz, una panameña, quien junto con su esposo, Óscar Rivera, y el taxista venezolano Guillermo Rivas fueron arrestados, extorsionados y sentenciados a 18 años de prisión por supuesto contrabando de extracción.
Todo sucedió cuando para darse la “luna de miel” que nunca habían tenido, Jessica y Óscar decidieron viajar en un crucero por el Caribe.
El 3 de mayo de 2016 lo recuerdan como el peor de sus vidas. Aún la joven rompe en llanto cuando rememora lo sucedido.
¿QUÉ SUCEDIÓ?
Jessica relató que en años anteriores habían realizado el viaje y conocieron al taxista Rivas, a quien llamaron cuando arribaron a Curaçao para que los esperara en el puerto de La Guaira, y los transportara a Caracas para ir de compras.
Indicó que comprarían productos de “cirugía capilar con queratina” para el cabello.
El crucero llegó a La Guaira, el martes 3 de mayo a las 7:00 a.m.
La pareja hizo las compras y visitaron Caracas, que se conecta con La Guaira por una rápida autopista. Al llegar al puerto, Jessica contó que un sargento de apellido Hernández le ordenó a su esposo que se detuviera.
En ese momento, el militar pidió a una civil, encargada del Servicio Nacional de Administración Aduanera y Tributaria (Seniat), que revisara los productos que ellos portaban, y le preguntó si se podían llevar al barco.
Tras revisar las facturas y los productos, la agente aduanera autorizó que los pasaran hacia el barco. Eran las 11:00 a.m. de ese martes cuando empezó la pesadilla, comentó Jessica.
Pese a la orden que dio la agente aduanera, el sargento Hernández los conminó que subieran a una patrulla, y los llevó a la Comandancia 452 de La Guaira, ubicada en el puerto.
“A eso de las 2:00 p.m., metieron a mi esposo [Óscar] en una celda con Guillermo, mientras que a mí, a eso de las 3:00 p.m., otro sargento de apellido Sánchez me sacó de la comandancia, manejó el taxi en el que estaba la mercancía, y me llevó al puerto”, relató.
Indicó que en ese viaje hacia el puerto pensó que la iban a matar. El sargento Sánchez le dice en el camino que con mil dólares que ella le diera, él los podía dejar en libertad porque el crucero aún no había zarpado del puerto.
Jessica le respondió que el barco partía a las 3:30 p.m. y le pidió que los dejara ir a los tres, porque el taxista era un humilde hombre que solo los estaba transportando.
Ante esta petición, el militar le respondió: “eso manda h…, con ese señor usted paga algo más. Ya estamos hablando de mil 500 dólares”.
Cuando llegaron al puerto, Jessica contó que vio que bajaron las maletas de ella y de su esposo del crucero. Cerraron las compuertas y el barco se marchó del puerto de La Guaira. Eran ya las 4:00 p.m.
“Yo confiaba en que la agencia de viajes iba anunciar a Panamá lo sucedido con nosotros, pero no lo hizo”, se lamentó.
Señaló que estando en el puerto, el sargento Hernández -el que originalmente los arrestó- le dijo a su colega Sánchez: “ya habló con la señora” y este respondió: “ no…, ellos se van a tener que quedar para mañana, entonces arreglamos”.
Jessica asegura que se dio cuenta de que estaban siendo víctimas de una red de funcionarios extorsionadores. El largo martes terminó con ese pensamiento sin saber que le venía lo peor.
Esa noche todos durmieron en la Comandancia 452 del puerto. A ella le correspondió pernoctar en los dormitorios de las agentes, y a su esposo y el taxista en una celda junto con un homicida.
LO PEOR, EL VEREDICTO
Pasaron 48 horas más detenidos en la comandancia, toda vez que los militares les aseguraron que ese era el tiempo que debería transcurrir para pasar el caso a una fiscalía. Fue el jueves 5 de mayo cuando los llevaron al Tribunal.
Cuenta Jessica que cuando llegan al Tribunal, la secretaria del juez les preguntó que si tenían abogados privados, a lo que ellos respondieron que no.
La misma secretaria les comenta que había un exfiscal de drogas que conocía cómo se manejaba todo allí, y los podía asistir.
“En menos de media hora llegaron dos abogadas y nos dijeron que nos iban a cobrar mil dólares, lo cual accedimos a pagar por el susto que uno tiene al estar detenido, pero solo pagamos 800 dólares”, comentó Jessica.
Una vez frente al juez, la pareja contó su versión de lo sucedió. No obstante, el fiscal le solicitó al juez que se les sentenciara por contrabando de extracción, que en Venezuela es un delito con pena igual al homicidio.
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