En los años 80 la preocupación hemisférica era que Hispanoamérica terminara de ser democrática. Nuestro país, el de Acción Democrática y Copei, contribuyó como pocos a esa ambiciosa realidad. Centroamérica y el Cono Sur estaban azotados por dictaduras o tiranías violadoras de los derechos humanos que asesinaban, desaparecían, torturaban e inventaban guerras. Perú sufría el terrorismo de Sendero Luminoso, Colombia los carteles de la droga y la narcoguerrilla. Incluso los brasileños tuvieron dictadura hasta mediados de la década. Frente al ocaso de la libertad, Venezuela exhibía la democracia con su sistema cimentado al que le jurábamos larga vida.
Llegaron los noventa y pasada la página del siglo, Latinoamérica entera salvo la opresión castrista, camina del lado de la libertad. Se ha rebelado ante la historia que la condenaba. Países sensatos como Chile se domiciliaron en el liberalismo económico y se convirtieron en reyes del bienestar. Nosotros en cambio nos despedimos del porvenir y nos dirigimos hacia la edad de piedra con un régimen que destruyó la economía, la moneda y el sector privado. Ya no somos la nación que se enorgullecía de su crecimiento. Hoy como nunca nos castiga la catástrofe de los ineptos y falsos iluminados. El socialismo nos condujo a la miseria. Al menos tenemos la lucidez que otorga el fracaso y nos ponemos de pie con el referendo revocatorio para volver a saber qué era aquello tan prometedor del pasado llamado futuro.
@kkrispin