La periodista española Salud Hernández-Mora, cuyo paradero tiene en vilo a Colombia desde hace cinco días, llegó en 1998 al país donde encontró un hueco en los espacios de opinión como una voz polémica y como comunicadora con reportajes en los que se adentra en los rincones más abandonados.
Tras licenciarse en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, se marchó a Nueva York donde estudió una maestría para completar su formación.
Comenzó su carrera en la agencia Europa Press, continuó en Antena 3 radio y después comenzó una brecha en su pasión como reportera para trabajar en la comunicación política durante un breve espacio de tiempo.
Casi dos décadas después de iniciar su carrera profesional, su vida dio un giro copernicano cuando aceptó marchar a Colombia como directora regional de la multinacional Burson-Marsteller, una de las mayores agencias de relaciones públicas y comunicaciones.
Su pasión pudo más y solo un año después empezó a trabajar como corresponsal en Colombia para el diario El Mundo y a colaborar como columnista con el rotativo colombiano El Tiempo.
Fue entonces cuando comenzó a labrarse un nombre en Colombia al practicar su oficio con pasión y adentrarse en algunas de las zonas más complejas y violentas del país para realizar reportajes y llenarse de barro.
Con su oficio recorrió todo el país y practicándolo desapareció el pasado sábado en la convulsa región del Catatumbo, una zona en la que las guerrillas del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) se enseñorean del territorio y el Estado apenas tiene presencia.
Por si fuera poco, también campan a sus anchas bandas criminales de origen paramilitar, narcotraficantes y un reducto del Frente Libardo Mora Toro, del Ejército Popular de Liberación (EPL), considerado por el Gobierno una banda dedicada a la elaboración y venta de drogas.
Todavía no se sabe a ciencia cierta qué hacía Hernández, de 59 años, el pasado sábado cuando abordó voluntariamente una moto en el municipio de El Tarra, pero probablemente se internó en la selva para conseguir un reportaje en el seno del ELN, según dijo ayer el presidente colombiano, Juan Manuel Santos.
Todo ello con una absoluta libertad, algo de lo que hacía bandera.
No en vano, el director de El Tiempo, Roberto Pombo, comentó a Efe que Hernández va sola a esos lugares para entrar en contacto con “la gente que es víctima de diferentes factores de violencia”.
Después, llega al diario donde ofrece los reportajes que ha tenido ocasión de plasmar con su ojo duramente crítico. En El Tiempo habitualmente no conocen sobre qué versarán sus reportajes hasta que los tiene en las manos.
“Ella cuando tiene un trabajo nos lo anuncia y nos lo trae, no tenemos una vinculación perfecta pero ella con mucha frecuencia va a lugares para hacer trabajos (para nosotros)”, detalló Pombo.
Para el veterano periodista, la cercanía y el contacto directo con la realidad del país es lo que hacen de ella “una de las periodistas más serias y creíbles” de Colombia, país que en 2002 le otorgó la nacionalidad.
Esa es una de las facetas de Hernández, la otra es la de polémica tertuliana. Su voz dura y escorada a la derecha es una de las indispensables para mucha gente en Colombia.
Sus críticas al Gobierno de Juan Manuel Santos se filtraban en El Tiempo con una contundencia que quedó asociada a su nombre pese a la cercanía de ese periódico con el jefe del Estado, que llegó a ser su subdirector.
Además de en El Tiempo, Hernández es colaboradora habitual de la tertulia “Hora 20” de Caracol Radio, y lo ha sido de otros medios como el diario económico La República.
Su popularidad es tan elevada que en “La Luciérnaga”, un programa de sátira política también de Caracol, en el que imitan a los grandes nombres del panorama nacional e internacional, su voz era una de las parodiadas.
El eterno “joder” no faltaba entonces, una palabra que por su dureza y lo asociada que está a los españoles, se convirtió casi en el emblema social de Hernández. EFE