Perdonen hable en primera persona, una cosa no elegante. Me arrastran las circunstancias.
Por Leocenis García
A lo largo de estos años, he padecido cinco prisiones, he sido expropiado de mis empresas, mi familia, y libertad personal. He sido violentado bajo torturas, y me han confiscado mis propiedades e incluso la casa de mis hijas.
No conozco académicamente que significa tener la libertad y perderla, sé exactamente qué es tener libertad y perderla.
No juzgo a nadie, por estar en el Congreso sin pasar las cosas que he pasado, no predico el martirio, pero sí reclamo lo que he ganado con mi lucha.
No está bien darle la mano, a quienes asesinaron a nuestros hermanos, les quitaron sus empresas, los torturaron por protestar o cerraron sus periódicos por acusarles de estar coludidos para confiscar la libertad.
Hace poco tiempo, yo mismo, desde la prisión donde me mantengo bajo arresto domiciliario, le envié un mensaje a uno de mis grandes perseguidores, Diosdado Cabello.
Dígale, a Diosdado,- dije en el mensaje-, que me mate en prisión y que ore a su Dios, porque yo lo voy a perseguir hasta el final de mis días.
Mis palabras no escondían amenazas, sino una convicción: Ni una sola lagrima, ni una gota de sangre, ni una sola paliza puede ser olvida.
No importa lo edulcorado que se diga, y de la forma que se presente, no está bien, que las víctimas o quienes dicen representar al país le den la mano a esos malditos asesinos.
Cuando, algunos proponen pasar la pagina y dialogar con los representantes del actual régimen, mi propuesta es que, le pregunten a las madres de los hijos asesinados, a los hijos de los padres en el exilio, y a las mujeres de los presos políticos, si ellos quieren pasar la pagina. Estoy seguro que no.
No importa lo que digan, no estamos dispuestos a darle un año al gobierno, para seguir arbitrando nuestras vidas en nombre de una democracia de igualdades que nos ha hecho a todos igualmente pobres.
Tengo el alma sosegada. Pero, con toda franqueza, no puedo creer que un verdadero venezolano que ame lo que fuimos y todo cuanto nuestros padres soñaron, pueda sonreírse, compartir una copa de vino, y darle la mano a nuestros verdugos.
El camino no es el dialogo, sino la justicia. El camino no es la sonrisa sino la distancia con los crímenes que representan quienes hoy pisotean nuestra nación.
Y si hacemos lo nuestro, si hacemos lo que nos toca, les aseguro que una fuerza desde lo alto, como aquella que evoca David en el Salmo, nos dará la victoria.
Quienes caen detenidos nos son infiltrados, no son violentos. A mi manera de ver son , quizás, la ultima reserva de virilidad y de coraje cívico que, nuestra nación está sacando en esta, la hora más menguada de su historia.
Que Miguel el Arcangel, nos de la victoria.
Leocenis García.
Preso Politico